Capítulo 14

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No sabían cuánto tiempo transcurrió, lo único que importaba para Doma, es que seguía besando a la joven

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No sabían cuánto tiempo transcurrió, lo único que importaba para Doma, es que seguía besando a la joven. No quería detenerse, sentía cosquilleos en su cuerpo que le pedían avanzar más. Obviamente no era la primera vez que besaba a una chica, el demonio escogía a las jóvenes que le gustaban, y al estar solos, tenía sexo con ellas antes de devorarlas. Pero con su amiga es distinto, el afecto de Sayori era puro y sincero, no había maldad en su corazón, siendo quizás la razón de que él comenzara a experimentar las emociones, que lo mantenían mentalmente confundido.

La tenía para sí en ese instante, si quisiera la podría hacer suya por las buenas o por las malas, pero no haría tal cosa, quería que si llegase a suceder fuera porque ella así lo desea, y con gran deleite la atendería. Lo malo, es que cada segundo que pasaba comenzaba a perder el control, dejó de besar sus labios algo inflamados por la intensidad en que los besaba, y bajó hasta su cuello para dar provocativas lamidas, su anatomía temblaba al saborear la piel de la chica. Poco a poco intentaba abrir la bata, deseaba probar los pechos de la joven y devorarlos a besos, pero su instinto asesino también le gritaba en su interior.

—Detente, Doma— su voz sonaba agitada. —Sólo acordamos besarnos, estás yendo demasiado lejos...— su cara estaba sonrojada, evitando que le abriera la bata.

La segunda creciente se detuvo al escucharle, levantó su rostro para estar de frente a ella. Sin embargo, la expresión del demonio parecía ser otra, no se veía como siempre, más bien se mostraba en modo cazador, que hasta su saliva escurría. Sus ojos viraron hacia la clavícula de la chica, emitió un ligero gruñido y mordió fuertemente el hombro de Sayori, degustando el delicioso sabor de su sangre que inundó su paladar.

—¡¡Doma, basta!! ¡¡Me duele!!— el alarido de la joven aturdió al rubio, haciéndolo reaccionar al instante.

—¿Pero qué?— volvió en sí, observando el mal que hizo. —¡Lo siento, Sayori! ¡Perdóname mi amor! ¡No quise hacerte daño, de verdad!— le limpió las lágrimas. Con sus garras hirió la piel de su brazo y colocó gotas de su fluido corporal en la mordida, logrando que sanara inmediatamente.

La espadachín se calmó al desaparecer la sensación de dolor, ella se percató que Doma se hallaba afligido por lo sucedido, se veía que estaba arrepentido de herirla, pero de no haber gritado, hubiera terminado en tragedia. Su deuda fue saldada, por lo tanto, lo mejor sería dejarle solo, así que se levantó de la cama para irse a su habitación.

—¡Aguarda, Sayori!— la sujetó del brazo. —Quédate...— intentaba convencerla, realmente lo lamentaba.

—Hablaremos más tarde, ya fue mucho por hoy— sonaba desganada, pero él no la soltaba. —Doma...

—No te vayas... No me dejes, quédate conmigo— inició a llorar. —Prometo que no te volveré a lastimar, por favor...— ella escuchaba atenta. —En serio.

La segunda superior, le rogaba para que no se fuera y se mantuviera en su dormitorio esa noche. Sayori soltó un pesado suspiró regresando a la cama, se acostó boca arriba sin decir nada, lo único que quería era descansar y aclarar su mente. No obstante, el rubio recargó su cabeza en el pecho de la joven, y la abrazó buscando refugio en su protegida.

El lirio rojoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora