Capítulo 16

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El día emergió, la actividad había comenzado en el templo, Sayori se encontraba con su madre cortando textil para los futuros kimonos y yucatas

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El día emergió, la actividad había comenzado en el templo, Sayori se encontraba con su madre cortando textil para los futuros kimonos y yucatas. Himeno le enseñaba a medir y coser adecuadamente los bordes de las prendas, comenzando a agradarle la costura, lo veía muy entretenido. Mientras remendaba, le venía a la mente el tierno beso con Akaza; en lo delicado que fue al besarla, y en cómo terminó en ese cálido abrazo, que una sonrisa involuntaria brotó en su cara.

—Oh, cariño, ¿Quién es el causante de esa sonrisa?— notaba su sonrojo.

—¿Eh?— rió nerviosa. —Es sólo un recuerdo que vino a mi mente, es todo— trató de disimular, no es que no quiera contarle la razón, es que aún estaba confundida y no se adelantaría en algo que todavía no tiene claro.

—Está bien— siguió con sus costuras, sin preguntar más.

—Oye, mamá, ¿Qué te parece si vamos de compras?— le sonrió.

—¿De compras?— su hija asintió.

—¡Buen día, chicas!— la segunda luna se acercó, ambas mujeres se alegraron de verlo. —Si no escuché mal, dijeron que iríamos de compras— Himeno rió bajo, el demonio se había incluido sin ser invitado.

—Efectivamente, llevaré a mi madre al pueblo.

—¡Genial! Andando entonces— salió de la habitación.

—En un momento los alcanzo— Himeno guardaba sus utensilios. Sayori salió tras él, pues era exactamente el mediodía, y Doma podría morir por el sol.

—¡Pero, Doma, no puedes salir, te quemarás!— se mostraba afligida.

—Qué adorable, te preocupas por mí, mi amor— apretó ligeramente el cachete de la joven. —Estaré bien, el día se nubló y no parece que el sol vaya a deslumbrar— se conmovió al ser la primera persona en demostrar que él le importaba.

Momentos después, el trío ya se encaminaban hacia el pueblo más cercano, Himeno enseñaba una expresión de felicidad, como si nunca hubiese salido al exterior, observaba todo a su alrededor admirando el paisaje. El samurai jamás la dejaba salir, siempre la mantenía encerrada haciendo lo que él solicitara, y no recordaba cuándo fue la última vez que salió, pero ahora, después de mucho tiempo, sintió la libertad.

En cuanto arribaron al pueblo, la joven madre sonrió maravillada, no sabía por dónde empezarían sus compras. Es la primera vez que saldría de esta manera con su hija, y sería algo que nunca olvidaría. Sayori tomó la mano de su madre y entraron a una tienda de ropa, siendo seguidas por el demonio. La hija del rey demonio escogía las mejores prendas y telas de seda para su progenitora, Himeno veía que su descendiente pagaba mucha cantidad por sus atuendos, le hacía sentirse conmovida el acto bondadoso de ella.

—Cariño, esto es demasiado costoso— miraba sus compras.

—Te lo mereces, mamá... Además, el dinero no es ningún inconveniente para mí, no te preocupes, vamos, hay muchos otros lugares que visitar— le sonrió. Muzan le daba dinero a su hija adoptiva, por sus misiones impecables.

El lirio rojoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora