Capítulo 10

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El ocaso atravesaba el gran ventanal del cuarto de Sayori, las cortinas ligeramente abiertas daban paso a la tenue luz del sol al rostro de la chica, provocando su despertar

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El ocaso atravesaba el gran ventanal del cuarto de Sayori, las cortinas ligeramente abiertas daban paso a la tenue luz del sol al rostro de la chica, provocando su despertar. Sus ojos se abrieron observando al atardecer desaparecer, una simple y maravillosa imagen que le transmitía paz, y el estar cómoda en sus aposentos, no tenía comparación. Desconocía si hoy la enviarían a sus respectivas misiones, así que optó por levantarse para merendar, pues se metió a la cama sin haber comido, después de lo molesto que vio a su padre, prefirió ya no salir.

Cuando ingresó a la cocina, no se esperó ver a su amo preparando una infusión, y la habitación desprendía un olor delicioso debido a ello. Miraba atenta a Kibutsuji mezclar diferentes ingredientes para su preparación, yacía tan concentrado que no quería interrumpirlo, más porque parecía estar de buen humor, por consiguiente, se quedó de pie junto a la puerta.

—Preparé té, ¿Quieres probarlo?— mencionó sin voltear, mientras vertía la bebida caliente en un recipiente hecho de bambú.

—En efecto, papá— se sentó a la mesa seguido de que Muzan le brindara el té, tomando asiento a su lado. —Nunca creí ver al rey demonio preparar infusión.

—No te acostumbres— habló serio, observando a la joven dar un sorbo a la bebida. —¿Y bien?

—Está exquisito— le sonrió feliz, pues su cálido té era de frutos rojos. —Debo saber cómo lo hizo, tiene un perfecto equilibrio— comentó dando otro trago.

—En otra ocasión, ahora no— seguía viéndola.

Sayori atesoraba estos pequeños instantes con Kibutsuji, situaciones en los que sólo ella conocía, nadie anteriormente experimentó ese lado "humano" del demonio, lo cual es y será de vital importancia para la joven. Él jamás le ha mencionado un "te quiero" ni nada semejante, sabía que Muzan no expresaba sentimentalismos, lo detestaba, pero aún así le mostraba afecto a su manera. La chica mantenía la esperanza de que algún día escucharía esas significativas palabras, de su padre adoptivo.

—Habrá un festival esta noche, ¿Te gustaría ir?

—¡Sí, por supuesto!— terminó su bebida y se fue a prepararse.

Momentos después, hermosos fuegos artificiales deslumbraban en el cielo, el centro de Tokio estaba repleto de puestos de comida típica, habían acróbatas y botargas de dragones recorriendo las iluminadas calles, dando un bello espectáculo. Hacía tiempo que no salían a divertirse, pues Kibutsuji casi siempre yacía ocupado, y ella se mantenía yendo  a los sitios que él la mandaba. Pero ahora, ambos disfrutaban de pasar un agradable rato de padre e hija.

Al continuar su pintoresco paseo, Muzan le compraba brochetas de todo tipo de alimentos, también le obsequiaba lo que a la joven le gustaba, aunque Sayori le decía que no era necesario. Este recorrido le servía para despejar sus pensamientos respecto a su madre, debido que a estas alturas ya había planeado meticulosamente el rescate de su progenitora, cada detalle lo repasó cientos de veces tratando de no encontrar un error, y algo que aprendió del rey de los demonios, es a no dar un paso en falso, ya sólo quedaba ponerlo en marcha.

El lirio rojoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora