Capítulo 17

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La noche se hizo presente, Himeno guardaba tranquilamente sus prendas nuevas, mientras lo hacía, venían a su mente las imágenes de aquel hombre ebrio que Doma decapitó

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La noche se hizo presente, Himeno guardaba tranquilamente sus prendas nuevas, mientras lo hacía, venían a su mente las imágenes de aquel hombre ebrio que Doma decapitó. Recordando toda esa sangre y la expresión de horror que él mantenía antes de morir, así como ver la segunda luna lamer el abanico manchado, deleitándose con su sabor... Le causaban muchos escalofríos.

No sabía lo que pasaría, ya que el demonio quería hablar con ella a solas, y lo menos que deseaba era perecer a manos de un ser como él, de modo que debía ser cuidadosa cuando llegara el momento. Estaba muy nerviosa, y su hija no se encontraba para ayudarle, estaría vulnerable ante el enorme rubio, no obstante, la elegante mujer soltó un grito cuando un asistente de Doma entró a la habitación.

—Discúlpeme, no quise asustarla, he venido a comunicarle que el señor quiere verla en este instante.

—Gra-Gracias, iré de inmediato...— comentó al sirviente y éste se retiró del cuarto.

El corazón de ella palpitaba desconcertado, era obvio que sentía temor al tener que ir a la alcoba de la segunda superior. Suspiró lentamente y agarró valor para lo que se venía, y tan pronto se calmó, se dirigió a su destino. Al ser casi la medianoche, los trabajadores del templo ya no rondaban el lugar, así que se hallaba sola en los pasillos, y cada que avanzaba, el silencio se volvía más inminente.

Ella pudo sentir frialdad en cada paso, una frialdad que sintió hasta en los huesos, y jamás percibió algo como eso. En cuanto llegó, deslizó la puerta de aquella oscura habitación, sus ojos se llenaron de terror al mirar a dos chicas desnudas, una de ellas ya estaba siendo devorada y sus vísceras yacían esparcidas, mientras que la otra aún estaba con vida, pero moribunda.

—A-Ayuda... Por... Favor...— la chica intentaba arrastrarse hasta Himeno, quien observaba aterrada. Sin embargo, antes de que pudiera acercarse, murió por las graves cortadas en su cuerpo.

—¡Himeno, bienvenida!— el demonio soltó el cuerpo mutilado y se aproximó a la mujer.

—No hay nada mejor que una deliciosa comida, después de un placentero y excitante sexo— se puso frente a la joven madre, que yacía paralizada ante el rubio

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—No hay nada mejor que una deliciosa comida, después de un placentero y excitante sexo— se puso frente a la joven madre, que yacía paralizada ante el rubio.

El lirio rojoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora