Capítulo 13

34 2 0
                                    

Luego de degustar la merienda, el devorador de mujeres le indicó a Sayori qué habitación ocuparía su madre, tanto él, como Akaza, les dejaron a solas para su comodidad y privacidad

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Luego de degustar la merienda, el devorador de mujeres le indicó a Sayori qué habitación ocuparía su madre, tanto él, como Akaza, les dejaron a solas para su comodidad y privacidad. Himeno todavía procesaba lo recién ocurrido, hace unas horas se hallaba en su hogar, y ahora estaba con su hija en un templo. Su corazón esta vez latía del alivio, de esperanza, ya no sufriría el desprecio de su esposo por su ego machista, a partir de hoy sería totalmente distinto.

No obstante, también le cruzó por la mente a Akira; su hijo menor, al que siempre trató de educarle diferente, y ella como su madre, lo conocía perfectamente. Sabía que en el fondo era amable, pero al ser manipulado por su padre, lo volvía hostil, y por mucho que le doliera, lo único que podía hacer es desearle suerte al permanecer bajo la tutela del samurai.

—Sé que debió ser un desconcertante día— acomodaba el futón. —Y aunque parezca imposible, intenta dormir, mamá, después te lo explicaré todo— su madre asintió. —Vuelvo en un momento.

La joven regresó al jardín donde yacían las lunas superiores, quería decirles lo muy agradecida que estaba por haberla ayudado, siendo algo que jamás olvidará.

—¿Todo bien, Sayori?— el pelirrojo se aproximó en cuanto la vio salir, tomando sus manos.

—Por supuesto— bajó la cabeza apenada. —No debí haberte excluido, no volverá a pasar.

—No pienses en eso— levantó el rostro de la chica por la barbilla, con suavidad.

—Gracias por tu ayuda, Akaza— le brindó su cálida sonrisa.

—De nada, linda...— sus miradas emotivas se profundizaron, sus expresiones daban a entender que terminarían en un beso, pues sus caras se acercaban lentamente y ninguno apartaba la vista.

—Me alegra el hecho de que ya estés con tu madre— Doma se interpuso en medio apartando a la tercera luna, enfureciendolo.

—Así es, de no ser por tí y por Akaza, no lo habría logrado— el rubio la atrajo a su cuerpo dándole un posesivo abrazo.

Los actos de la segunda creciente realmente hacían enojar al hombre de líneas azules, se las arreglaba para fastidiarlo cada que tenía la oportunidad, como si lo hiciera a propósito. Aguantaba lo más que podía para no golpearle, pues arruinaría la alegría de su preciada amiga. No entendía el por qué Doma se comportaba de esa manera, todos saben que él no siente nada, está vacío, sólo se trataba de alguien que carece de sentimientos.

—Te quedarás conmigo más tiempo, ¿Verdad?— la liberó del abrazo, tomándola de los hombros. —Quédate, querida.

—Esta noche sí— meditó un instante lo que el demonio dijo, sería buena idea quedarse un tiempo para que su madre se acostumbre al drástico cambio. —Sabes, Doma, tienes razón, lo mejor es que me quede un tiempo— asintió entusiasmado el demonio de ojos multicolor.

El lirio rojoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora