Dónde Jennie es una omega típica que sólo se dedica a su esposa y a sus hijas.
Pero su sueño de una familia feliz se rompe cuando ve que ha estado luchando por un amor que ya está roto desde hace mucho, mucho tiempo.
jennie + jisoo
(jensoo)
angst...
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—Hueles mucho a alfa.
Jennie enarcó una ceja y se giró hacia su hija mayor, Rosé, que la observaba con el ceño levemente fruncido, sus labios abultados en una señal de disgusto. Jennie sintió su marca vibrar, tan viva en ese instante, anunciando que JiSoo iba de camino a su hogar luego de un largo día de trabajo, y no pudo evitar sonreír por el gusto.
Las cosas estaban bien. Muy bien. Jennie era muy feliz cuando las cosas iban así, a pesar de que hubiera muchas cosas por solucionar.
—Por supuesto —respondió Jennie, friendo las verduras en la sartén—, tu madre es una alfa.
Rosé hizo un mohín más marcado.
—No me gusta que huelas así —replicó Rosé—, prefiero tus feromonas maternas. Yoonnie y MinJeonggie no te lo dirán, pero ellas igual las prefieren. No nos gusta tu nuevo olor.
Jennie suspiró, sabiendo que Rosé tenía razón con el tema de sus otras dos hijas. MinJeong ahora la abrazaba y frotaba su cabecita contra su cuello, desesperada por sentir sus feromonas dulces y que la calmaban para dormir, como si tuviera cinco años. En especial desde que le dijeron que no tuvieron resultados positivos en esa desastrosa cena con la familia Bae.
—Ustedes son mis cachorras —dijo Jennie, sacudiendo su cabeza—, pero tu madre es mi alfa, Rosé, ¿qué se supone que debo hacer? —la miró de reojo, afectada—. Toda mi vida me han enseñado que mi alfa siempre va primero. ¿No te lo enseñan a ti también, Rosie?
—Pero no es justo —respondió Rosé—, no... ¡no es justo que debas hacer tantas cosas por Omma y ella no hace nada por ti!
Jennie permaneció quieta, observando a su hija con sus ojos completamente abiertos. JiSoo, que acababa de llegar y entrar a la cocina, observó a Rosé también atónita.
—Roseanne —llamó ella.
La muchacha se sobresaltó, girándose, con el color pintando sus mejillas. Sin embargo, cuando JiSoo hizo el amago de tocarla, Rosé endureció su mirada.
—No me toques —espetó, enfurecida—, me da vergüenza que seas mi madre.
Sin añadir más, salió de la cocina a paso enojado, sin voltearse hacia atrás. JiSoo pestañeó y regresó su mirada hacia Jennie, que volvió su atención a la cena que preparaba, pues olisqueó el ligero olor a quemado.
—No lo dice en serio —dijo Jennie, su voz temblando.
—Claro que lo dice en serio —JiSoo suspiró, caminando hacia ella, abrazándola por la cintura y dejando un beso sobre su cuello, encima de su marca—. ¿Te he hecho feliz, bebé?
Jennie apagó el fuego de la cocina para que la comida no se quemara, girándose para abrazar a JiSoo de vuelta y tratando de concentrarse en su aroma. En su presencia.
