Capítulo 20

84 11 22
                                    

Para mi próximo truco necesito que me beses y haré
aparecer mágicamente mariposas en tu estómago.
Pablo Neruda

Estaban en el coche de Steve cantando los temas que sonaban en la radio. Les quedaban treinta minutos de viaje todavía hasta llegar a Brooklyn, el lugar que respondió Kai cuando este le preguntó dónde quería ir. Era una pequeña locura que no había tenido tiempo de hacer desde que empezó el curso y que debía hacer tarde o temprano.

– Así que te has criado en Brooklyn – afirmó, Steve, bajando un poco el volumen de la radio.

– Bueno, pasé mi adolescencia allí.

– Aún eres adolescente –. Se rio él.

– Cierto, no como otros – contraatacó.

– Eso es jugar sucio, soy dos años mayor que tú. ¿Le dices lo mismo a Ethan?

– Créeme, con él es mucho peor.

– Pobre.

Siguieron hablando sobre cómo fueron sus años de instituto, a lo que Steve afirmó que su vida durante aquella época fue perfecta, casi como si fuera sacada de una película de romance adolescente. 

– Por aquel entonces salía con Megan, era animadora – comentó –. He de reconocer que se lo curraba mucho y me gustaba, la verdad.

– ¿Por qué lo dejasteis entonces?

– Por Lorie –. Sonrió –. A él le gustaba, o eso decía, a él le gustan todas. El caso es que antepuse la amistad. Siempre antepongo a Lorie – puntualizó.

– Vaya. Emily debía estar muy celosa de él.

– Créeme, lo estaba. Pero con Alyn y Regina era peor. A Alyn la conoces, es mi mejor amiga y creo que se ve a leguas que entre nosotros no habrá nunca nada más allá. Regina, en cambio, es más apegada. Es la hija del secretario de mi padre, somos amigos desde pequeños y sí, hubo algo de atracción en su momento, pero a día de hoy ya no queda nada de eso. Es buena chica, os llevaríais bien – aseguró sabiendo que era cierto. Regina podía parecer fría y distante a primera vista, imponía mucho su porte de modelo, pero en realidad era una de las personas más buenas que podías echarte encima –. ¿Y qué es de ti? ¿Tenías amigos en el instituto? Sin contar a Ethan –. Kai detectó la intención de sarcasmo, pero no le hizo caso.

– Pues sí, y deberías tener más respeto a la reina del comité de busca, captura y restauración de piedras – respondió orgullosa.

– Eso no existe.

– ¡Sí existe! – exclamó haciéndose la ofendida –. Lo creamos mis amigas y yo en cuarto curso –. Steve no pudo evitar soltar una carcajada –. Sí, tú ríete, pero nos montamos un negocio y la gente nos compraba colgantes hechos por nosotras.

– Dime, Kai, ¿de qué mundo vienes?

– De Nunca Jamás – afirmó orgullosa. Steve rio de nuevo.

– Entonces es curioso que no nos hayamos visto antes por allí.

– Estabas demasiado ocupado con las hadas.

– Tienes razón. Debería haber ido en busca de mi Wendy mucho antes – concluyó sin ser consciente de que se refería a ella, de lo mucho que deseaba besarla, tocarla y poseerla. Se sintió rendido a su merced por mucho que todavía no fuera adecuado.

El camino que quedaba lo pasaron igual, compartiendo recuerdos y anécdotas divertidas que ayudaron al chico a despejar su mente de la reciente ruptura que, obviamente, aún no había asimilado del todo.

Mentiras || DISPONIBLE EN AMAZONDonde viven las historias. Descúbrelo ahora