Cuida lo que quieres, es carísimo
perder lo que no tiene precio.
El PrincipitoAlyn se volvió a revisar en el espejo de su habitación. No quería excederse a la hora de ir arreglada, pero tampoco deseaba quedarse corta y que pareciera que iba con lo primero que había encontrado, porque no era para nada así. Llevaba más de dos horas escogiendo un conjunto.
En esos momentos lucía un hermoso mono largo, con las piernas un poco acampanadas y de tirantes, de un color azul marino. Su calzado consistía en unas botas blancas con tacón. El pelo le caía por los hombros, en cascada, completamente suelto, mientras que para su rostro había escogido un maquillaje natural y poco notorio.
Era el vigésimo o trigésimo conjunto que se probaba y apenas le quedaba tiempo antes de que Newen la pasara a recoger. Estaba frustrada y ni siquiera podía gritar, ya que no quería molestar al resto de habitaciones. O, mejor dicho, Alyn no quería preocupar a nadie en general. Habían sido días repletos de ello y estaba cansada.
– Estás preciosa – la voz grave y masculina hizo que diera un respingo al tiempo que posaba la mano en su pecho y se giraba hacia él.
Newen descansaba en el umbral de la puerta con los brazos cruzados y una sonrisa divertida. Toda su porte resaltaba más con ese conjunto. Unos pantalones tejanos negros y una camisa blanca elegante; todo junto a una americana negra. Parecía todo un galán, pero con un aire informal por el estilo del pantalón y por su pelo completamente despeinado.
– ¿Tú no sabes hacerte notar un poco en vez de dar esos sustos? – le reprochó ella.
– Por como me comías de arriba abajo con la mirada, creo que notar sí que me hago notar – atacó con una sonrisa pícara que provocó un sonrojo en Alyn. Esta volvió su vista al espejo.
– Imbécil – murmuró por lo bajo y Newen rio.
Fue entonces cuando sus ojos percibieron el desastre en el que se había convertido la habitación. Ropa desperdigada por las esquinas, todo lo contrario al control y orden dominante en la chica. Eso le asombró. Se había tomado en serio – demasiado – esta cena. Se dio cuenta de que la castaña realmente estaba insegura.
Por ello se acercó con sigilo hasta que llegó a su espalda. La abrazó por detrás sin dudar y apoyó el mentón en su hombro, mirándola a través del espejo. Alyn reaccionó ante su contacto, posando sus manos sobre las de él, en su abdomen.
– Estás preciosa – repitió, en un susurro, al oído y sus labios rozaron su lóbulo, causando un hormigueo en la piel de la chica. Después de todos los momentos juntos, aún conseguía dejarla sin respiración.
– ¿De verdad?
Él asintió antes de hundir su rostro en el cuello de Alyn y comenzar a dejar suaves besos. Esta le dejó más acceso, encantada con sus mimos, pero no paró de observarse en el espejo. Y, sin importarle romper el ambiente, se separó bruscamente encaminándose al armario.
– No, estoy fatal – aseguró.
– Alyn –. Newen la tomó del brazo antes de que esta alcanzara la puerta del armario y la giró para que quedara delante de él, pegada a su cuerpo –. Estás increíble.
– ¿No crees que voy demasiado arreglada? – preguntó insegura antes de morderse el labio inferior.
– No.
– Pero, a lo mejor...
– Vas completamente hermosa, como siempre – la interrumpió tomándola de las caderas para acercarla más –. Eres hermosa – recalcó, logrando que la chica volviera a sonrojarse.
ESTÁS LEYENDO
Mentiras || DISPONIBLE EN AMAZON
Novela JuvenilAlyn Stewart es una chica de diecinueve años. Organizada, decidida y responsable. Lleva su vida controlada minuto a minuto, guiada por sus padres. Comienza su segundo año de la carrera de arquitectura y tendrá que compartir habitación con su nueva c...