Epílogo

77 8 102
                                    

Cuatro años más tarde, 1999.

Hold me close and hold me fast.
The magic spell you cast.
This is la Vie en Rose...
Edith Piaf

La pareja detuvo el Land Rover frente a una gran puerta, cercana al centro de Manhattan, que insinuaba ser de un alto nivel adquisitivo. Steve, como piloto, sacó de nuevo su teléfono móvil para marcar el número de su amigo. Este contestó al último toque, prometiéndole que en menos de cinco minutos estaba allí. Cuando colgó echó la vista a su derecha. Vio a Kai tan sonriente como siempre. Igual que cuatro años atrás, cuando decidió dejarlo todo para marcharse con ella a Hawaii; tenía el pelo un poco más largo y el hecho de vivir en la costa le había dado un poco de color. Tuvo el deseo de inclinarse hacia ella para darle un fugaz beso.

– Si no fuera por ti, estaría de los nervios – aseguró el rubio.

– No pasa nada. Además, todavía faltan tres horas para que empiece la ceremonia.

Uno de los principales motivos por los que estaban en Nueva York y no en Hawaii. Su previsión era la de pasar dos semanas allí antes de marcharse de vacaciones, pero durante ese corto período de tiempo se les presentaron ciertos compromisos, como venía a ser visitas familiares por ambas partes, el cumpleaños de Lorie, la reciente boda de Harriet y ahora la esperada graduación de Alyn. Aunque a esta no contaban en tener que asistir con acompañante.

En aquel momento una de las puertas traseras se abrió y por ella entró el mejor amigo de Steve, con una de las peores pintas que podía llevar. Tenía el cabello un poco más largo por la frente y algo despeinado, llevaba unas gafas de sol, que de habérselas quitado cualquiera pensaría que acababa de salir de la cárcel, además de vestir una camisa de topos morada desabrochada y unas bermudas verdes. Era obvio que venía de una fiesta.

– Buenos días, familia – saludó con una sonrisa y la voz ronca.

– Te veo bien – ironizó, Kai.

– Te he traído algo de ropa decente para la graduación, la tienes allí – comentó, Steve, con un gesto de cabeza mientras ponía en marcha el coche.

Su amigo seguía igual de desenfrenado que siempre, quizás un poco menos, pero tampoco era ningún milagro. Por suerte para él, su vida como jugador de fútbol parecía ir en auge y, que supiera, no consumía nada más que no fuera alcohol.

– Gracias por venir. No recuerdo dónde dejé el coche y ni siquiera sé qué cojones hago yo en Manhattan.

– Pues si tú no lo sabes imagínate nosotros – añadió el conductor con sarcasmo –. Deberías empezar a plantearte el rebajar el exceso de fiestas, amigo.

– Déjalo, es joven – intervino Kai al mismo tiempo que le entregaba al otro un envase de zumo para que no tuviera el estómago vacío –. Te llevaríamos a casa, pero debemos ir a la graduación de Alyn. ¿Seguro que no te importa venir? –. El moreno negó con la cabeza. Le daba igual lo demás con tal de poder volver más tarde a casa.

Steve miró a su novia algo atónito. La quería muchísimo, pero le indignaba que tratara a Lorie con tantas libertades, aun recordando que con Ethan era igual.

– Lo tienes mimado – murmuró algo molesto.

– ¿Estás celoso? – preguntó ella sabiendo cuanto le molestaba.

– No.

Lorie y Kai se miraron forjando una amplia sonrisa, con ello ambos supieron la intención.

El moreno se quitó la camisa de topos para ponerse una blanca que pertenecía a Steve. Kai le echó una mirada a propósito para actuar con picardía frente a su novio.

Mentiras || DISPONIBLE EN AMAZONDonde viven las historias. Descúbrelo ahora