Quién diría que algún día extrañaríamos la infancia,
si nuestro mayor deseo era crecer.
Pablo NerudaSteve entró todavía con el Walkman en mano y los auriculares puestos. Acababa de llegar de Nueva Jersey, finalmente tuvo que adelantar la vuelta, ya que Alyn se marchó con urgencia, y por mucho que la propiedad estuviera a su nombre, sabía que realmente no le pertenecía a él aquel lugar. Tampoco se despidió de Kai después de su encuentro en la cocina, su orgullo no le permitió volver de nuevo y para cuando salió de su habitación ella ya no estaba. Quizás era mejor para los dos que la relación estuviera en aquel punto.
Cuando entró en casa ni siquiera se molestó en mirar si sus padres seguían allí, de hecho, no hablaba con ellos desde el año pasado, literalmente. Les deseó el año nuevo antes de irse y estos tampoco se preocuparon en llamarle mientras estuvo fuera, pero la verdad es que a estas alturas ya le daba igual lo qué hicieran o dejaran de hacer.
Fue directo a su habitación para dejar la bolsa antes de bajar a la cocina para coger algo de comer, estaba hambriento y sabía que por lo menos Johana habría cocinado algo rico. Pero lo único que encontró cuando bajó fue a sus padres sentados en la isla de la cocina con un papel enfrente.
– Jamie, hijo. Siéntate – dijo su madre tal y como lo vio llegar.
– ¿Hay algo para comer? – preguntó priorizando su misión.
– Habíamos pensado en ir a comer juntos. Los tres, como siempre – comentó el padre dedicando una intensa sonrisa.
Steve estaba a punto de salir por la puerta de nuevo, lo que menos necesitaba después de haber pasado los últimos días fuera de casa era ver a sus padres haciendo el espectáculo de la familia feliz.
– No me apetece.
– Tu madre y yo queremos hablarte de algo.
– No – dijo negando con la cabeza ya con esta a punto de estallar –. Ya me puedo imaginar por dónde van los tiros y lo siento, pero yo no quiero saber nada de... lo qué sea que tengáis.
– Cariño, no es sobre eso – aclaró la madre fijando sus grandes ojos azules en él. Puso su mano sobre la hoja que tenían encima de la mesa y la deslizó hacia él.
El rubio resopló agobiado, pero se esforzó en prestar atención a lo que fuera que sus padres quisieran enseñarle. Se acercó bruscamente y cogió el papel.
Era una carta, de eso no había duda, llevaba el sello de la Liga de Fútbol Nacional y empezaba con un "Estimado James Steven Jones".
– ¿Qué es esto?
– Lee – dijo la madre.
Con indiferencia, se sentó en el taburete que quedaba vacío y prosiguió a leer lo que esta contenía.
"Estimado James Steven Jones.
En lo que concierne al artículo 46 de la Ley de Admisiones dentro de la constitución deportiva, con fecha de aprobación del 16 de Julio de 1992.
Tenemos el placer de requerir su presencia en las oficinas de Landover, Maryland, el próximo 13 de Enero de 1995 a las 11.30 am. El motivo de la reunión cede a tratar los términos y condiciones de admisión dentro de la franquicia de Washington Redskins.
Se requiere puntualidad, así como documentación acreditadora propia y de la misma universidad.
Cordialmente, Jack Kent Cook."
Releyó la carta tres veces para asegurarse de que era cierto lo que esta incluía, luego miró a su padre para confirmar si era real lo que acababa de leer. Este asintió mientras dibujaba una enrome sonrisa llena de orgullo paterno.
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Mentiras || DISPONIBLE EN AMAZON
Teen FictionAlyn Stewart es una chica de diecinueve años. Organizada, decidida y responsable. Lleva su vida controlada minuto a minuto, guiada por sus padres. Comienza su segundo año de la carrera de arquitectura y tendrá que compartir habitación con su nueva c...