– Bueno, el argumento no es muy convincente.
– ¿Y su mirada?
– La mirada sí.
Mario BeneddettiUna respiración más, un paso más, un metro más, un kilómetro más. Fin.
Alyn recorría las calles de aquella zona residencial en la que sus abuelos decidieron instalarse años atrás. La chica había aumentado sus sesiones de correr, llegando a salir hasta cuatro mañanas a la semana y dejar atrás solo los domingos. Si antes le proporcionaba una calma mental, ahora, con más sesiones, llegaba a deshacer alguno de sus pensamientos más enredados. Fue una de las actividades que le ayudaron a cambiar en ese escueto tiempo.
Aquella mañana dejó a Steve durmiendo en la que, anteriormente, era su habitación y salió a correr por más de una hora antes de decidir volver a casa. Pese al frío y a las calles heladas, por las que se podrían transitar (aunque a un ritmo más ralentizado) gracias a la sal que le habían aplicado, había conseguido una buena marca y un sudor que demostraba su esfuerzo.
Entró en su casa jadeando y el calor de la chimenea la abrazó. Suspiró satisfecha. Junto a esa sensación también la recibió un chico rubio en bóxer bajando por las escaleras. Alyn no podía negar que su mejor amigo estaba en muy buena forma y que aquello se veía reflejado a la perfección en su cuerpo. Ese que observó unos segundos.
– Una foto te dura más, cariño – murmuró Steve con voz ronca, demostrando que se acababa de despertar.
– Para qué tener una copia a papel teniendo el original delante – le siguió la broma, guiñándole el ojo. Entonces se descalzó.
– Buenos días, cariño – la saludó, ahora de buenas formas, al tiempo que se acercaba a ella y dejaba un suave beso en su frente. Tras ello se fue a sentar al sofá.
– Buenos días – repitió siguiéndole, aunque no sentándose con él –. ¿Vas a desayunar antes de irte?
Después de pasar año nuevo, los mellizos y Peter, abandonaron la casa de Alyn por la tarde, tras comer. En cambio, Steve había acordado con la chica quedarse hasta el día siguiente, sin especificar hora de partida.
– Había pensado en quedarme hasta después de comer. Si es que te parece bien.
– Sabes que mi casa es tu casa – comentó. Intercambiaron una mirada cómplice, intentando retener una sonrisa divertida –. Nunca mejor dicho.
– Genial – vociferó al tiempo que se ponía en pie y daba una palmada –. ¿Has desayunado antes de irte a dar saltitos? – preguntó, causando una leve risa en Alyn. Esta negó con la cabeza –. Entonces... ¿Tostadas o tortitas? – añadió caminando hacia la cocina al tiempo que estiraba sus músculos.
– Tostadas.
– Marchando unas...
El timbre lo cortó. Ambos se quedaron quietos en su lugar; Steve en el umbral y Alyn en medio del salón. Esta última giró la cabeza hacia la puerta principal antes de fruncir el ceño.
– ¿Esperas a alguien? – cuestionó el rubio.
– No – negó –. Supongo que será algún vecino – completó mientras se encogía de hombros.
Se adelantó a alcanzar la entrada y sin miramientos previos abrió la puerta. La persona que se encontraba tras ella los dejó completamente congelados, hasta el punto de que sus respiraciones se cortaron.
– Hola – saludó la chica con una sonrisa, antes de observar por encima del hombro de Alyn y toparse con la mirada del rubio. Su sonrisa se esfumó.
La castaña la miró, aún sorprendida, para, un segundo después, pasar la vista al chico a sus espaldas. Notó como este tenía la mandíbula contraída y su pecho subía y bajaba con irregularidad. Decidió intervenir y se puso delante de ella, impidiendo el contacto visual.
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Mentiras || DISPONIBLE EN AMAZON
Dla nastolatkówAlyn Stewart es una chica de diecinueve años. Organizada, decidida y responsable. Lleva su vida controlada minuto a minuto, guiada por sus padres. Comienza su segundo año de la carrera de arquitectura y tendrá que compartir habitación con su nueva c...