Capítulo 47

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Echamos a perder todas las
historias de amor intentando
que duren para siempre.
Oscar Wilde

El teléfono descansaba sobre su mano abierta y lo observaba, indecisa. Podía llamarlo, pero ya lo había hecho varios minutos atrás y la envió al contestador. Había dejado un mensaje de voz con lo que él necesitaba saber y creyó que era suficiente cuando vio que estaba en escasez de cobertura. Guardó el aparato en su bolsillo y alzó la vista.

Tahe.

Aquel pueblo pequeño y blanquecino en el que Ethan había nacido, al que una parte de él pertenecía y en el que se encontraba en esos mismos momentos.

Fue consciente de la locura que estaba cometiendo desde que se levantó del sofá, con Kai aún a su lado, y decidió llamar al aeropuerto para reservar un asiento en el próximo avión. Hizo una pequeña maleta llena de ropa de abrigo e ignoró todas las palabras de advertencia de su mejor amigo.

Una hora y cuarenta minutos hasta el aeropuerto, un vuelo de diez horas con una escala en medio, un bus, dos trenes y otro bus más hasta llegar a la entrada de ese pueblo. El cartel le daba la bienvenida y ella se sentía desfallecer, sin haber dormido desde esa mañana, pero sintiendo que no lo hacía desde hace siglos.

Helada hasta la médula, tomó el asa de su maleta y la arrastró por esa nieve espesa con determinación. Debía encontrar algún lugar o a alguien a quien preguntar. La voz de Kai se repetía en su mente:

– Cuando llegues allí pregunta por la casa de la familia de Nanu – le aconsejó mientras Steve las miraba mal a ambas desde un par de metros de distancia –. Al ser un pueblo pequeño, todos se conocen.

Por suerte no tardó mucho en localizar un local que aún mantenía las luces encendidas, este se encontraba en la que, más tarde, descubrirá que era la calle principal. Mandó un agradecimiento al cielo antes de apresurarse a entrar. La temperatura no es que fuera mucho más elevada, pero agradeció aquel pequeño pellizco de calor.

Ni siquiera se paró a mirar la decoración, se situó en la barra e intentó llamar la atención de la persona que se encontraba recostado en el interior de esta con un gorro de lana coronando su cabeza. Este no notó su presencia hasta un minuto después y una vez la vio sonrió con simpatía y se acercó.

Alyn lo observó con interés. Un chico que debía rondar su edad, con una sonrisa bonita y una mirada castaña brillante. El pelo que lograba escapar de su gorro también era castaño y, no podía negar, ya que todo el mundo tiene ojos, de que era bastante atractivo.

Sin embargo...

Aluu – habló aquel chico sin nombre causando que la chica frunciera el ceño.

– ¿Qué?

– Oh –. El castaño sonrió con más amplitud –. ¿Estadounidense? – preguntó. Alyn asintió, confusa –. Entonces, hola – saludó con simpatía, pero al ver que la chica estaba un poco perdida aclaró –: Aluu significa hola.

– Ah – comprendió ella y rio con nerviosismo –. Hola – saludó de vuelta notando lo estúpida que estaba pareciendo –. Yo...

– ¿Querías cenar algo?

– No, no – negó, aunque su estómago rugió en respuesta. El chico rio. No había comido nada aparte de unas asquerosas barritas de proteínas del aeropuerto y una Coca-Cola –. Yo, necesitaba...

Sin embargo, ella solo tenía a una persona en mente.

– Necesito saber dónde se encuentra la casa de la familia de Nanu – informó sin que la voz le temblara. El chico la miró con atención –. Soy una amiga de la familia.

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