Capítulo 49

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Que ser valiente no salga tan caro,
que ser cobarde no valga la pena.
Joaquín Sabina

Aquel viaje exprés logró el cometido de Alyn, estar junto a Ethan cuando más lo necesitaba. Lo consoló y apoyó hasta el momento de su marcha. También había conseguido que ambos fueran capaces de hablar las cosas, aunque no de que todo volviera a ser como antes, mucho menos a que su relación se mantuviera viva y a flote. Ni el amor alcanzó.

Tras su vuelta de Alaska, decidió que era un buen momento para terminar de poner todo en orden en su vida. Por ello volvió a Nueva York por un par de semanas. La primera la pasaría en el apartamento de Steve, y la siguiente en el que compartían los mellizos. Durante aquel período quería ir a hablar con la escuela de Arte a la que se apuntaría el siguiente año, así como buscar un apartamento por la zona, ya que era una locura tener que soportar un viaje de hora y media cada mañana. Además, aunque quedaba tiempo, quería ver si conseguía algún trabajo también para esas fechas.

Ni siquiera llevaba cuarenta y ocho horas cuando los mellizos picaron a la puerta del departamento de Steve, quien fue apartado de la puerta de golpe. El rubio, apoyado en el umbral del comedor con una sonrisa divertida, vio como secuestraban a su mejor amiga como si llevaran sin verla tres años y no dos semanas.

– ¡Steveeee! – gritó la susodicha al ser arrastrada por su lado –. ¡Ayúdame! –. Este simplemente rio y los acompañó a la puerta, advirtiéndoles a ambos Anderson que la quería de vuelta de una pieza.

Tras una mirada asombrada de la castaña, la puerta fue cerrada y a ella no le quedó más remedio que aceptar lo inevitable. Steve actuó siendo consciente de que le vendría bien salir un rato, ya que la chica se había pasado casi todas las fiestas sola, además de haber vuelto de un viaje no del todo agradable.

Después de temer por su vida en el coche que conducía Hayden, llegaron a un bar con un estilo caribeño. Toda la decoración estaba destinada a que el espacio pareciera uno de los chiringuitos que descansaba en primera línea de playa. Mesas de madera oscura, paredes con tablas de surf, palmeras a ambos lados de la barra (supuso que falsas); hasta los camareros iban vestidos con bañadores o bikinis y una camisa hawaiana abierta.

El local era amplio y estaba bastante lleno. Tuvieron que dirigirse a la barra para, desde ahí, analizar la sala en busca de una mesa libre. A Alyn le sorprendió no haber oído hablar de este lugar viendo el éxito que parecía tener.

– Me da a mí que vamos a tener que quedarnos en la barra – comentó, Hayden, tras bajarse del taburete al que se había subido para mirar entre el gentío.

– Paso – sentenció la castaña –. Para eso me quedo en el apartamento – añadió antes de iniciar el camino a la salida, pero su amiga la retuvo por el brazo.

– No seas agua...

– ¿Alyn? – la interrumpió una voz que a los tres les pareció familiar. La nombrada miró tras de sí y sus ojos encontraron al dueño.

Estaba de pie a unos pocos metros de distancia. La chica sonrió ante la sonrisa que aquel chico le dedicó. Se acercó lo suficiente como para que el castaño la rodeara entre sus brazos. Alyn correspondió, apoyando la mejilla en su pecho.

– Hola – la saludó tras separarse. Sabía que la chica se encontraba en la ciudad, ya que habían hablado por teléfono un par de días atrás, pero de lo que no estaba al tanto era de que se encontraría ahí.

– Hola, Peter –. Sonrieron.

Sin embargo, algo de lo que ella no se percató era de que el castaño no se encontraba solo en aquel bar. A sus espaldas, sentados, se encontraban Ryan y... Ethan. Este último frunció el ceño al ver como Peter, uno de sus mejores amigos, recibía a su... a Alyn cariñosamente y como el abrazo se había alargado más de lo que debería ser normal.

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