En un beso, sabrás todo lo que he callado.
Pablo NerudaEthan cerró los ojos durante unos instantes, en los que tomó una gran inspiración, antes de volver a abrirlos y fijarlos sobre el lienzo que reposaba con tranquilidad en el caballete. A su lado descansaba una paleta repleta de colores fríos y es que últimamente esos eran los colores más recurrentes en sus cuadros. No estaba utilizando ningún pincel, o al menos desde que se había cansado de él y lo había sustituido por sus dedos. Estos se deslizaban con suavidad por la tela.
Repartió varias pinceladas con la yema de su dedo por las frondosas hojas de los árboles que estaba representando. Y estuvo a punto de rascarse el rostro con aquella mano completamente manchada, pero el sonido del timbre consiguió evitarlo.
Frustrado con quién fuera que estuviera detrás de la puerta, bajó de la buhardilla hacia la puerta principal. Ni siquiera se molestó en observar por la mirilla para saber quién era, simplemente abrió.
"¿Qué?", pensó.
Ante él un enorme cuadro dónde se mostraba un dibujo detallado, hecho con carboncillo por una mano talentosa. La dueña o dueño – aunque sabía que esa última opción no era – estaba oculta detrás de él y solo se podían percibir ambas manos a los lados, sosteniéndolo.
Tardó unos segundos, pero finalmente el cuadro descendió poco a poco hasta que dejó a la vista, solo, sus ojos. Unos ojos azulados con unas cejas contraídas, como si tuvieran miedo de la reacción que podían encontrar. No mostró más de su rostro, precavida.
– Alyn – murmuró, el chico, conteniendo el tono sorprendido para mantenerlo lo más serio posible.
– Hola – su voz sonó débil tras el cuadro.
Ambos se mantuvieron en silencio. Él intercalando su mirada entre el objeto y la chica. Y ella esperando que esa puerta se cerrara en sus narices, como le había dicho a su compañera de habitación en la conversación de hacía días. Respiró hondo y recordó la frase de su abuela.
– El otro día me dijiste que mis palabras no te servían. Por eso, he pensado que esto... – la frase murió en sus labios cuando sintió un pequeño nudo formándose en su garganta. Estaba nerviosa; si eso no funcionaba, no sabía qué otra cosa lo haría –. Que este dibujo sería una buena manera de disculparme –. No recibió respuesta, así que tragó saliva antes de añadir –: Perdón.
Ethan se había quedado completamente congelado, observándola, a ella y al cuadro, y escuchando su voz pidiéndole disculpas. Una parte de él tenía ganas de echarla, pero como si el dibujo reclamara su atención, le susurró que la dejara pasar. Que dejara que se explicara.
O a lo mejor fue su corazón quien se lo murmuró.
Pero lo hizo. Se apartó de la puerta y se hizo a un lado para que la chica, que lo miraba sorprendida, como si no hubiera contemplado la posibilidad de que él la dejara entrar, pasara. La analizó mientras esta caminaba con cautela por su espacio y se dirigía a la sala. Era tan pequeña y a la vez desprendía tanta fuerza. Le daba pena que ella misma no lo viera.
Alyn dejó el dibujo apoyado en el respaldo del sofá y se mantuvo de pie mientras sus ojos cayeron de nuevo sobre el castaño, que se mantenía a un par de metros de ella. Entre ambos, el dibujo.
– Explícamelo – le ordenó, en un tono más dulce de lo que él pretendía.
– ¿Qué? – cuestionó, confusa.
– El dibujo – aclaró, señalándolo con el mentón –. Explícamelo.
A Alyn le temblaron las manos, no esperaba tener que hablar, al menos no más que para decir perdón. Pero allí estaba, delante del chico por el que se había estado comiendo la cabeza durante más de una semana y que ahora mismo esperaba que analizara su propio dibujo para él.
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Mentiras || DISPONIBLE EN AMAZON
Teen FictionAlyn Stewart es una chica de diecinueve años. Organizada, decidida y responsable. Lleva su vida controlada minuto a minuto, guiada por sus padres. Comienza su segundo año de la carrera de arquitectura y tendrá que compartir habitación con su nueva c...