LA BODA

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OCEAN.

Todo había cambiado en mi vida excepto el hecho de que cuando ella está cerca su presencia me invade completamente. Mi cuerpo la percibe como si tuviéramos un imán que nos conectara el uno al otro y en ese momento me vuelvo el mismo adolescente que se enamoró locamente un verano en Seattle.

Recuerdo la primera vez que la vi. Ella pensaría que fue esa noche en el muelle o aquel día en la playa cuando caminaba con mi hermana, pero no. Hubo una vez antes cuando vi a una chica hermosa sentada en la parte trasera de un auto y no pude ya sacarla de mi mente. Fue toda una revelación que fuera esa chica ¿Destino o una simple casualidad? Desde el momento que la tuve cerca me aferré y después como un idiota la deje ir. Mis días están contados y como el estúpido melancólico y bohemio que soy estoy dispuesto a pelear.

El lugar está lleno de personas, pero la única que tiene mi atención completa es ella y la hermosa sonrisa que comparte con los recién casados. Ya no soy un adolescente y parece que no puedo dejar de babear solo de mirarla con ese hermoso vestido verde menta que resalta el color de sus ojos. Es una visión completa y no sé si sentirme afortunado de que ella este aquí conmigo o como el imbécil más grande del mundo por haberla dejado escapar aquel maldito día horrible. La muerte de mamá nublo mi visión y erre completamente.

—¿Puedes dejar de comerte a mi hermana con la mirada? Es incomodo —se mofa Michael.

—Púdrete —siseo.

Estamos en la sencilla y discreta boda de mi mejor amigo en casa de los abuelos de Verónica a las afueras de Seattle. Quisieron hacerlo todo de manera intima por cuestiones de prensa. Verónica aún no se acostumbra a ser perseguida por gente con cámaras al salir a trabajar o hacer el súper. El resto de la banda viene acompañado de alguna de sus chicas en turno y yo además de ser el padrino vengo acompañado de la chica más hermosa de todo el lugar.

El vaso de wiski que sostengo en mi mano derecha queda vacío luego de un trago.

—¿Has pensado en pasar un día sin beber? —pregunta de repente.

—Estoy bien —digo.

—¿Cuándo fue la última vez que estuviste sobrio? Fue aquel día cuando firmaron el contrato y les llenaron la cartera con dinero ¿No? —continúa riñéndome.

No es que diga algo abiertamente, pero noto el tono en su voz. Todos se rindieron cuando decidí apartarlos un poco de mi vida al mudarme al departamento, pero ahora con Paula cerca supongo que Michael volverá a insistir con el tema y lo entiendo.

—Esta mañana —sonrió con un poco de cinismo.

Estoy a punto de levantarme de la mesa para ir al baño cuando su mano me detiene.

—No lo arruines de nuevo. Él prácticamente acaba de dejarte el camino libre, pero estoy seguro de que ella no podrá volver a soportar que le rompas el corazón y JJ solo está a una llamada de distancia —me advierte.

Lo miro fijamente a los ojos y asiento. Dejo el vaso sobre la mesa y continuo mi camino.

Esta parte es la más difícil de todo. El momento en el que acepto que llevo un tiempo teniendo problemas con el alcohol. Muy cliché ¿No? El asunto es que no paso cuando se fue, paso mucho después cuando intente asimilar que quizá no la volvería a tener entre mis brazos nunca. No quiero ser este sujeto que bebe y canta, pero en ese momento parecía no tener otra opción. Necesitaba dejar de sentir que me ahogaba.

Estuve las siguientes dos horas esperando por ella mientras el ansia de beber me perseguía. Se convirtió en una chica popular con las amigas de la novia por su trabajo en París.

CUANDO EL AMOR NOS DIO OTRA OPORTUNIDAD.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora