Like a Masala Chai [YunGi]

XIV

—¿MinGi?

El aludido ignoró a la mujer sorprendida que lo recibió en la puerta principal para hacerse espacio dentro de la casa.

—Hijo, dime qué está pasando ¿qué haces aquí? — preguntó su madre corriendo en su dirección para detenerlo en el camino—. Tu padre está en casa ¿por qué no me avisaste que vendrías?

—Tengo que hablar con él. 

Con cuidado, se deshizo del agarre de su madre y se encaminó hacia el cuarto donde sabía que su padre solía pasar la mayor parte de su tiempo libre. 

—MinGi... cariño ¿ocurrió algo?

Ignorando su pregunta, se fue dando grandes zancadas hasta lo que su padre usaba como oficina en casa, abrió la puerta y la cerró de golpe, en ese momento, sintió que veía rojo por la ira, no parecía entender a quién se estaba enfrentando en realidad. 

Cuando la puerta emitió un fuerte sonido por el golpe, el hombre que yacía sentado revisando papeles alzó su mirada y frunció el ceño en cuanto vio que se trataba del menor de sus hijos. 

—¿Te golpeaste la cabeza? —cuestionó con molestia—. ¿Quién te cree que eres para entrar de esta forma a mi oficina? —pronto, el semblante frío y su aura intimidante hicieron que la valentía de MinGi flaqueara un poco—. Es más... ¿qué haces en mi casa?

—¿No podías simplemente dejarme en paz? —contraatacó MinGi sintiendo que la ira barría fácilmente con cualquier indicio de duda o temor—. ¿No te hice un maldito favor al irme de aquí? ¿Qué rayos quieres de mí?

—Primero, baja tu tono —advirtió sin verle a la cara—. Y ahora más vale que tengas una muy buena razón para venir a gritarme en mi propia casa. 

—¿Por qué?

—¿Te molestaría ser más claro?

—¿Por qué demonios hiciste algo tan sucio como ir y destrozar el lugar de trabajo de YunHo? —ahora preguntaba levantando nuevamente la voz—. ¿Necesitas que sea más claro? —insistió ante el silencio del mayor. 

Su padre se cruzó de brazos y suspiró.

—Siéntate, MinGi.

El aludido abrió su boca con sorpresa y frunció aún más las cejas. 

—¿Ni siquiera intentarás negarlo? —cuestionó sintiendo su sangre hervir. 

—Siéntate y escúchame —replicó en un tono bajo pero sin dejar de ser autoritario.

MinGi pronto se cruzó de brazos y miró directo a los ojos de su padre, dándole a entender que no cambiaría su postura, su padre nunca sabría que en realidad estaba ocultando sus temblorosas manos e intentaba con todas sus fuerzas no temblar ante sus fuertes feromonas.

Casi hubiese preferido que le estuviera gritando.

Realmente estaba sorprendido consigo mismo por no estar llorando a ese punto.

—¿Me estás enfrentando? ¿En serio? —soltó una risa cargada de ironía para finalmente hacer todo el papeleo a un lado—. ¿Estás desafiando mi autoridad por ese sucio alfa que ni siquiera conoces?

—Estoy seguro de que lo conozco más que a cualquiera con quien alguna vez hayas intentado casarme.

—¿Tan seguro estás?

El silencio se hizo hasta que el padre de MinGi se puso de pie y comenzó a buscar algo entre sus libreros, cuando dio con ello, dejó caer una carpeta sobre el escritorio. 

—¿Alguna vez te ha hablado de su familia? —cuestionó el mayor con total seriedad—. ¿Sabes algo de él, además de que es un suspuesto veterinario?