14. Quiero llorar

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Marinette corre por la utopista vacía , esta descalza, solo tiene una playera grande y unos pantalones negros de Felix, pero está segura de que no quería estar en ningún lugar, solo quería marcharse, correr hasta que algún conductor ebrio la atropellara o hasta que su propio corazón dejara de doler tanto como su cuerpo.

Dolía amar a Felix, dolía saber que nadie en el mundo esperaba por ella, dolía escuchar a su padre llamarla "princesa", dolía ver la expresión de decepción de Sabin todo el tiempo, dolía estar lejos de sus hermanos. Todo parecía doler tanto que en ocasiones sentía que se ahogaba en un rio tan hondo que cualquier pizca de sol desaparecía.

-¡No pudo hacerlo!- grito Marinette deteniendo su paso a la mitad de la autopista –Ya no puedo- susurra dejándose caer en el frio asfalto a la par que cierra los ojos.

Su cuerpo dolía y sus muslos se comenzaban a sentir mojados como el pantalón que llevaba, tal vez se había desgarrado algo dentro de ella, tal vez la herida era muy grave en esta ocasión. Pero ya daba igual.

Marinette era consciente de que amaba demasiado a Felix a pesar de que doliera, no le importaba escuchar a todos a su alrededor diciendo que estaba mal porque Felix es la única persona que la hacía sentir bien aunque la hiciera llorar o sangrar. Pero ella no era Brigeth y Felix lo sabía, ella jamás seria su perfecta hermana, no era la hija que Sabin quería, no era la mujer que Felix deseaba, no estaba limpia.

Nadie quiere las cosas sucias, nadie quiere las cosas rotas y nadie en el mundo quería a alguien como Marinette porque ella era todo aquello. Pero lo que más la quebraba era Adrien, el parecía brillar y quería ser su amigo con tanto empeño que le daban ganas de llorar porque si Adrien supiera lo sucia que esta Marinette jamás le volvería a hablar.

-Marinette- susurra una voz conocida y perdida en el tiempo

La niña abre los ojos mirando una silueta borrosa por la luz de una farola, puede distinguir esa sonrisa amable, esos ojos tan similares a los suyos, esa sensación de amor que había perdido desde hace tanto tiempo que el pensarlo la hizo querer llorar aún más.

(...)

Luis mira con curiosidad el cómo Adrien camina decaído a casa, puede notar ese pesimismo característico de su hermano con cada paso arrastrado y por el falta de esa alegría que siempre ilumina sus ojos.

-¿Ocurre algo Adrien?- cuestiona Luis despeinando el cabello de el menor –Puedo golpear a alguien si quiere, la cárcel siempre es una opción.

-Marinette no se interesara en mi- exclama Adrien con tristeza.

-Adrien... ¿Por qué no se interesaría en ti?- la voz suave del chico se escucha como un suspiro.

-Ella es genial- exclama Adrien al borde del llanto–Es linda, tiene buenas notas, es amable cuando la conoces, no molesta a nadie en la escuela, le gusta leer y su sonrisa me hace sentir mariposas... ¡Me gusta Marinette!... pero yo jamás le voy a gustar.

Luis abraza con fuerza a su hermano mientras el se desahoga, le duele ver a su hermanito de esa forma, le duele conocer lo que ocurre con Marinette y no poder hacer algo. El también quiere llorar pero por el momento tiene que ser fuerte, por Adrien, por Marinette, por Kagami y el resto de los Cheng.

-Escucha Adrien- habla Luis mirando a el menor con una sonrisa llena de seguridad –Tú me ayudaste a ser yo cuándo hice mi transición, le enseñamos a la pequeña Amelia a aventar comida, nos quedamos con mamá cuando se fue papá, descubrimos quien robaba las papas fritas de la cafetería y sobre todo eres un Agreste Adrien- cuenta el chico haciendo que Adrien recuperé un poco del brillo de sus ojos.

Pero yo no sa- Adrien es interrumpido por Luis quien la mira serio.

-Adrien Agreste, si alguien en este mundo puede hacer que Marinette Cheng se enamore eres tú- sentencia Luis limpiando las lágrimas restantes del rostro del pequeño–Si puedes pelear por tus amigos contra los matones de la escuela, defender a tu hermano de toda la gente intolerante del mundo, puedes hacer que esa chica se enamore, porque tu hermanito eres fantástico.

Rápidamente el chico comienza a llorar mientras abraza a Luis con fuerza, es muy tarde y aunque mañana estarán desvelados y posiblemente de mal humor por ese instante desean sacar todo lo que duela para asegurarse de que no los detenga.

(...)

Marinette despertó al escuchar un claxon fuerte, abrió los ojos asustada mirando a aquel anciano bajando de su camioneta totalmente pálido por encontrar a una niña tirada a la mitad de la nada. La Cheng se puso de pie con prisa sintiendo la fuerte punzada de dolor en sus piernas, Felix la había destrozado la noche anterior pero aun así corrió al bosque mientras aquel anciano gritaba preocupado que se detuviera.

La mañana era helada, el bosque seguía un poco oscuro pero Marinette había vivido toda su vida entre el o al menos lo suficiente para saber orientarse a la perfección, comúnmente era la única niña de 14 años que paseaba por el bosque por eso encontrar a un castaño disparando flechas a un árbol fue extraño. Sobre todo por la hora.

-¡Que mierda!- exclamo el castaño de 14 años retrocediendo con prisa al ver a Marinette -¡Mierda!

Marinette ignoro al chico quien extrañamente la siguió, Max se quitó su sudadera y sin dudar se la ofreció a la Cheng quien lo miro dudosa. Al tener la prenda entre sus manos noto la poca calidad de la tela y sobre todo el nombre bordado de la clínica de ayuda emocional a unos kilómetros.

-¿Te escapaste?- cuestiono la Cheng amarrando la prenda a su cintura.

-Solo tomo un respiro- aseguro el castaño sin mucho ánimo -¿Estas bien?

-Creo que si- respondió Marinette mirando las ojeras bajo los ojos de Max-¿Por qué estás en el hospital?

-Porque mi tío abuso de mi- respondió el castaño como si fuera lo más natural del mundo –Lo siento, los psicólogos dijeron que necesito hablar de esto, pensé que era buena idea.

-Está bien- exclamo Marinette con una sonrisa amable –Fue un placer conocerte, espero mejores.

Ambos se miraron una vez más y siguieron en lo que hacían, Marinette continuo caminando a su departamento mientras Max volvió a lanzar flechas a un árbol imaginando a aquel hombre, deseando que cada flecha fuera directo hacia él.

El resto del camino la Cheng se mantuvo en silencio, caminando lentamente pero cuando finalmente llego a su hogar encontró la típica nota en el refrigerador, la ausencia de sus hermanos y el terrible vacío en su propio corazón. Esa mañana las cosas parecían no tener sentido y Marinette hubiera deseado creer que algún día se dejaría de sentir así pero la verdad era que no.

CONTINUARA....

CRIMEN FABORITO Donde viven las historias. Descúbrelo ahora