Cap. 38: Juntos hacia el Atardecer.

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Una dama de dorados cabellos caminaba apresuradamente por unos pasillos de una oficina, su objetivo era una pequeña sala de reuniones que había sido reservada con un poco de antelación; las paredes grises y monótonas del lugar por el que pasaba engrandecía un poco sus nervios, pues eran la superficie perfecta para que su mente enloquecida manifestara a esos recurrente acosadores que le observaban tan fijamente. Afortunadamente, no estaba sola, pues iba acompañada por otros dos individuos, uno de ellos un hombre que parecía estar entrando en la tercera edad y carente de vello capilar sobre su cabeza, vestía un ajustado esmoquin negro, ropa formal para una ocasión que le habían recalcado sobre lo sería que era, y vaya que lo parecía; el otro individuo era una mujer casi de la misma edad que el hombre que le acompañaba, aunque a diferencia de este la dama, también de doradas melenas, parecía haber conservado un poco mejor su figura y mostraba una apariencia atractiva a pesar de su edad, un largo vestido de una pieza de color azul hacía resaltar un poco las curvas de su cuerpo. Se trataban de los padres de la familia Loud, quienes acompañaban a su hija por petición suya, no parecían entender que sucedía y por qué el apuro de su hija, aunque podían darse una pequeña idea, pues tontos no eran realmente. Esta compañía fue la justificación perfecta que necesitaba Lori para mantener su mente distraída, sabía que mientras no se encontrara sola podría soportar cualquier cosa que su mente creara para atormentarla.

Finalmente llegaron los tres a las puertas de aquella sala de reuniones, Lori se detuvo un momento para arreglar algunas imperfecciones en su ropa de trabajo, pues sabía que debía verse lo más presentable posible para la ocasión, la profesionalidad ante todo. Tocó la puerta unas cuantas veces, con suavidad y algo de timidez, no pudo evitarlo, pues en parte sabía la batalla que le esperaba al otro lado. Una voz femenina muy conocida indicó que podían entrar, el interior de la habitación no era tan grande, pero si lo suficiente para llevar a cabo el acuerdo planificado, había una ventana detrás de una gran mesa de escritorio que se encontraba mayormente vacía, con excepción de algunas carpetas y documentos, en cada una de las cuatro esquinas había una maceta de tamaño medio con una planta de palma tropical que crecía hasta casi tocar el techo, sin duda le daba un ambiente más acogedor y colorido al lugar, lo cual se agradecía; frente al escritorio, cinco sillas posicionadas ordenadamente, aunque habían dos de ellas que estaban algo más distanciadas de las otras tres.

Sentada detrás del escritorio y frente a la ventana, recibiendo directamente todo el aire fresco que entraba por ahí, se encontraba una joven abogada con un futuro prometedor en el negocio, cabellos dorados como Lori, largos y brillantes, un pequeño bolígrafo sobresaliendo del bolsillo izquierdo en el pecho de su traje, una mirada severa y concentrada mientras parecía echarle un vistazo a unos documentos que tenía en sus manos. Lori supo reconocer a la chica, se trataba después de todo de su compañera de trabajo y ahora lo más probable ex-amiga, había sido su voz la que le había indicado que podía entrar en la habitación; pero ella no se encontraba sola, habían dos figuras más que también supo reconocer inmediatamente, el origen de sus problemas y penas que había estado sufriendo durante los últimos días.

Uno de esos dos individuos era una chica, estaba sentada en una de las dos sillas algo más apartadas de las otras tres, más específicamente en la de la esquina exterior; sus ropas eran oscuras y un poco elegantes, su largo cabello estaba recogido y atado con una cinta morada creando una cola de caballo, al mismo tiempo mechones de cabello caían por ambos costados de su rostro; recostada a aquella silla, con sus piernas sobre la mesa mostrándose muy relajada mientras disfrutaba de uno de sus Marlboro con mucha paciencia, el humo que dejaba escapar de sus secos labios se elevaba hasta el techo de aquella pequeña habitación y luego se escapaba por aquella ventana abierta. A su lado, se encontraba sentado aquel joven de blancos cabellos, vestido con un elegante traje con corbata, luciendo una expresión vacía y carente de vida o cualquier otro sentimiento en su rostro; girando un poco su cabeza al escuchar la puerta abrirse, su mirada se cruzó con la de su hermana mayor y luego con la de sus padres, todos sintieron escalofríos con esto, especialmente Lori quien no pudo evitar tragar un poco de saliva de su boca para intentar humedecer su garganta y eliminar la repentina sensación de sequedad que le abrumó por un momento.

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