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El sol parecía especialmente radiante esa mañana, atravesando las ventanas con un brillo inusual y más parecido al oro que los otros días; daba un toque elegante a los alrededores, una sensación de esplendor innegable.

Ese efecto sin duda aporto a la efímera y mágica figura de Ángel cuando todos los del circo atravesaron las puertas con decisión,  caminando juntos esta vez liderados por él mas joven de ellos.

Su entrada quito alientos y suspiros como un ladrón, robando la atención de todos como si fuera más que un bello humano que pasaba por allí.

Como si fuera un verdadero ángel.

Con una sonrisa suave e imponente guio a todos al comedor, sabiendo sin demostrarlo las reacciones de todos, su sorpresa, sus pensamientos, su atención a él; había desaparecido la noche anterior, incluso dándolo por muerto o que no iba a regresar, sus compañeros de clase eran ilusos, no es que fuera su culpa.

Su familia como él eran especiales, diferentes, incluso fenómenos por malas lenguas, y tenían un gusto de humor y un comportamiento que destacaba eso, después de todo no muchos combinaban su atuendo con el sol ni seguían en conjunto alguna temática. 

Radiantes y dorados como enviados del cielo todos a sus espaldas relucían amarillo, blanco y oro; bastones, gabardinas, accesorios y zapatos, elegantes sin posibilidad de negarlo, maravillosos sin razón, como siempre decían, especiales, únicos, y él quería agregar algo, mágicos.

Y todo por combinar con él, por seguir sus deseos como si su palabra fuera la ley, no iba a mentir, disfrutaba del hecho, era un privilegio especial que calentaba su corazón y le daba una sensación de poder abrumadora y ciertamente adictiva.

Como si ellos fueran los enviados a protegerlo, parecían guardianes rodeando al ser puramente blanco que los guiaba y estaba e medio de todos, se veía majestuoso, lo sabia, no podía resaltar más, estaba bendecido con una belleza que no muchos podían ver, entonces les quitaría las palabras para no tener que escucharlos.

Se sentaron todos, atentos a él como si fuera su líder, antes de que su columpio llegara a él, unas cuerdas blancas con un asiento dorado y pequeñas hebras que se envolvían y unían a las cuerdas, hermoso, y cuando se sentó en el, sublime.

El cuadro celestial que estaban pintando lo llenaba de alegría y orgullo, había comentado vestir solo de blanco suave y bello, un tipo de traje entre bata y capa, elegante y puro que lo cubría por completo, sencillo y con unos adornos que lo hacían resaltar más.

Y como si fueran su escolta, todos decidieron combinar, pero no como ángeles, si no como los guerreros que matarían a sangre fría a quien intentara mancharlo.

Sentía que debajo de todo eso había un verdadero significado, pero estaba feliz de ignorarlo con simpleza, esta feliz, nada más debía importarle.

Comiendo con delicadeza y grandes modales escucho a todos ellos conversar suave mientras mantenían rostros mas serio que de costumbre, metiéndose en su papel pero aun con leves sonrisas; incluso los bastones de Jenaeth y Alexander habían sido encantados por su parte para parecer espadas, como si ellos fueran los generales encargados de cuidarlo.

No había nadie que se acercara a hablarle, a quejarse o a preguntarle; no se sentían dignos o aun no salían de su impresión, bien, no tenia ganas de lidiar con gente que erróneamente lo confundían con Harry Potter, no parecían entender que él era diferente, no solo en el físico, si no en el alma. 

Como una entrada bendecida llegaron y se fueron sin palabras, caminando con seguridad, como si ellos fueran los invitados en el enorme castillo que parecía ser suyo, zumbando ligeramente de alegría al ver la sonrisa honesta y bella que Ángel dejaba escapar en la lejanía de oídos externos.

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