Estamos con vos

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María lo estaba viendo a Gustavo y le agarra la mano, se acercó y le dio un beso en la mejilla, le acaricia la cabeza.

—Te amaba te lo juro, solo que no pude con mis ataques de bipolaridad, pero ya estoy bien, aunque tarde, ya te hice daño y te perdí. —se puso a llorar—. Perdí lo más valioso de esta vida, no te merecía. —entra Roberto.

 —Doctora, ¿está bien? —María reconoce la voz y se da vuelta.

—Hola, Roberto.

 —¿María?, ¿qué mierda haces acá?, aléjate de Topo ya. —ella obedece y se aleja.

—Vine a ver a Gustavo, escuche la historia que contaste y me dolió escuchar como fui con él.

—¿Por qué estás vestida de doctora?, ¿qué le ibas hacer a Topo?

—Nada, me vestí así para que no me vean ustedes y me hagan sacar.

—Andate, no te quiero ver acá o te ponemos una orden de restricción.

—Sí me voy. —se va y Roberto se sienta en una silla que había ahí.

—Topo no voy a permitir que nadie te haga más daño, te lo juro —le agarra la mano—. Los chicos ya se fueron, le avise a Laura que me quedó acá con vos, así que a dormir. —se acomodó en la silla y cerró los ojos.

Al día siguiente aparecieron los demás en el hospital.

—¿Cómo te vas a quedar a dormir en la casa de Roberto?, Alvin sos un caradura. —dijo Tavella.

—¿Por qué?, Laura me pregunto si me quería quedar y le dije que si, aparte le conté un cuento a Fede.

 —¿Vos sabes leer? —bromeo el bajista.

—¿Rober debe estar con Topo? —pregunto Marrero.

—Seguro, voy a ver. —dijo Tavella.

Roberto estaba dormido en la silla tapado con una cobija y se despierta. 

—Mi espalda, dormí horrible, silla asquerosa. —Tavella abrió un poquito la puerta y vió a Roberto, iba a entrar pero escucho una voz quebrada—. Topo.— así que decidió no entrar.

—Mejor lo dejo, tal vez quiera hablarle a Topo, aunque está dormido.

—Casi me muero cuando vi que la máquina hizo ese ruido con la línea recta, no sabes como me asuste —le agarra la mano—. Te llegabas a morir y me moría yo, confiaste en mí cuando no confiabas ni en tu sombra, sos el que nos das paz, te ganaste el amor de mi hija y eso es mucho para mí, ese hijo de puta de Luis supo donde pegarme. —puso su cara en la cama y lloró, hasta que sintió como la mano de Topo apretó la suya, así que sorprendido miró su mano y vió como la otra mano se estaba moviendo—. Topo. —se puso feliz y lo miró, pero Gustavo seguía con los ojos cerrados.

En la sala de espera.

—Oye Alvin, en la calle vi algo que me hizo acordar a vos. —hablo Tavella.

—¿Qué viste?, ¿a un galán?

—No, un sorete de perro. —Marrero se empezó a reír disimuladamente.

Entra Laura con Fede.

—Hola, tíos. —saludo la niña.

—Hola, Fede. —dijo el tecladista.

—Hola, chicos.

—Hola, Laura, ¿todo bien? —preguntó Tavella.

 —Sí, con esta nena que quería venir a ver a Topo, ¿y Rober?

—Esta con Topo.

—Quiero verlo. —pidió Fede.  

—Te llevo. —dijo Santi.

Roberto le da un beso en la frente a Gustavo, entra Fede con Marrero.

—Papá. —Roberto se da vuelta y la ve— ¿Cómo está papá Topo?

—Bien, recién me apretó la mano.

—Eso es una buena señal, ¿no? —dijo Marrero. 

—Supongo que sí.

—Papá Topo —le agarra la mano—, recuperate pronto por favor, te extraño, mira tengo el peluche que me compraste, me cuida en las noches, no quiero que te mueras o me muero yo, sos importante para mí, te amo mucho. —Gustavo aprieta la mano de Fede.

—Fede. —dijo el guitarrista con la voz débil.

—Dijo mi nombre. —llora de alegría.

 —Le voy hablar yo. —dijo el de gorra—. Topo no sabes como me duele verte así, desde que entramos juntos a la banda, siempre me ayudaste con mis nervios, haciéndome reír, sos el mejor amigo que puedo tener, se que vas a salir adelante, te quiero amigo. —Gustavo le aprieta la mano.

—¿Puedo hacerlo yo también? —preguntó Tavella. 

—Sí, ven siéntate. —dijo la niña. 

—Hola, Topo. —le agarra la mano—. Que desastre por lo que estamos pasando, pero se que saldrás adelante, pasaste por muchas cosas y acá sigues luchando, me acuerdo cuando mis hijos estaban enojados conmigo y vos hablaste con ellos y vinieron a mÍ y me abrazaron, no sé qué habrás hecho, pero no me lo olvidaré nunca, vamos Topo que te necesitamos. —Gustavo le aprieta la mano.

 —¿Puedo yo? —preguntó el batero.  

—Pasa vení sentate.—Tavella se para y se sienta Alvin.

—Topito amigo querido. No hay alegría si vos no estas, a pesar de que ni vos tenias alegría por lo que estamos pasando, me acuerdo una vez que yo estaba triste y ninguno me dio bola y llegaste vos con tu alegría preguntándome, ¿Alvin qué te pasa?, y por fin tuve a alguien que me escuchará y te conté todo y me escuchaste de principio a fin. —Gustavo le aprieta la mano.

—¿Y qué te pasó ese día? —preguntó Tavella. 

—Que te importa, eso queda entre Topo y yo. 

—Ahora, ¿puedo yo? —preguntó Laura al entrar.

—Hola, amor. —Laura se acerca a Roberto y le da un beso.

—Claro, veni Lau, salgamos afuera así no estamos tantos acá. —dijo Alvin.

—Topo, ¿cómo te pueden dañar así?, sos un amor de persona, desde que te conocí que me transmitiste confianza, me ayudaste mucho con Fede y eso no me lo olvidaré jamás en mi vida, me acuerdo cuando Fede era bebé y no podía calmarla y vos la calmaste con apenas agarrarla, quisiera tener la paz que vos tenes, gracias por cuidar de mi familia. —Gustavo le aprieta la mano.

—Oigan, pongamos nuestras manos en papá Topo y digamos estamos con vos. —todos hace lo que pide la niña.

—Estamos con vos.

Gustavo de a poquito va abriendo los ojos, todos lo ven.

—Papá Topo. —todos se ponen felices, pero no saben que al acecho está Luis viéndolos disfrazado de doctor.

—Ay que lindos. —lo mira a su sobrino—. Así que te sientes en familia Santiago, pues eso se acabará pronto.

Continuará...

Cuarteto de NosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora