1. Aquel primer encuentro

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El arte...

Amo todo lo referente a ese tema.

La pintura, escultura, danza, escritura, música, cine y todos las de más clasificaciones del mismo eran espectacular, pero lo que más me gustaba era la pintura y escultura.

Desde pequeña mis padres han conservado todos mis cuadernos de dibujos y es muy notable como las técnicas han cambio, pero la pasión con la que trabajaba nunca.

Considero al arte como el mejor lugar para expresarte, ya sea de la manera que más te guste. A veces expresar las cosas con palabras era muy complicado cuando no sabías hacerlo de la forma correcta, pero con el arte es diferente, no necesitas ser perfecto, solo saber transmitir tus pensamientos de la forma que más te convenga.

A mis 17 años las personas me solían mencionar mucho que era como una alma libre, muy soñadora, apasionada y amante de la vida.

Y es que era cierto, no me gustaba el encierro, amo conectarme con la naturaleza, las aventuras y siempre esperar alguna sorpresa por más mala o buena que pueda llegar a ser, sabía cómo afrontarla.

Un pensamiento muy maduro para alguien de tan corta edad y es que la vida puede llegar a sorprender a cualquiera.

A veces odiaba ser tan joven y que la gente adulta no te pueda llegar a comprender porque para ellos piensan que tus problemas no tienen relevancia ya que eres un adolescente.

Dos golpes en la puerta de mi habitación en el departamento de mi hermana hicieron que dejara de prestar atención a la pintura frente a mí.

La puerta se abrió dejándome ver a Samantha, mi hermana.

—Vivi, unos amigos están por llegar al departamento, ¿Te vas a quedar aquí encerrada? — preguntó la rubia y asentí.

—Aún no termino, pero lo más seguro es que al rato me de hambre, así que bajaré.

—Pediremos pizza, te dejo unos trozos en el microondas.

—Gracias — mostré media sonrisa — Igual, ¿Qué hora es?

—Van a ser las cinco — contestó.

—No he hecho tarea — murmure.

—¿Llevas pintando desde que llegaste? — asentí con pena — Vivi, ya hablamos de esto, mamá me va a matar si sabe que por lo menos no hiciste una tarea.

—Termino de darle forma a rostro y empiezo a hacer mis deberes.

—¿Segura? — cuestionó.

—Sí, sí, te lo prometo.

—Está bien — el timbre sonó — Ya llegaron, nos vemos al rato.

Mi hermana cerró la puerta y escuche como bajaba las escaleras a paso apresurado.

Sam es mi hermana mayor, nos llevábamos dos años, ambas éramos muy diferentes en todos los aspectos excepto en físico.

Les doy una explicación más sencilla, si ella era la luna, yo era el sol.

Samantha se había ido a vivir sola hace casi más de seis meses, iba a la universidad, pero también se dedicaba a un mundo raro en Internet que no conocía, pero nada malo, solo jugaba y eso le generaba ingresos, lo que es para mí una gran inversión por hacer lo que te gusta.

La mayoría de días laborales me quedaba con Sam, mis padres trabajaban hasta tarde y no les gustaba que me quedara sola en casa desde que mi hermana se mudó, así que ella se ofreció por adoptarme cinco horas desde que salía del colegio hasta que mi madre pasara por mí.

𝙅𝙪𝙨𝙩 𝙛𝙤𝙧 𝙖 𝙢𝙤𝙢𝙚𝙣𝙩 | 𝘌𝘭 𝘔𝘢𝘳𝘪𝘢𝘯𝘢Donde viven las historias. Descúbrelo ahora