Makoto Oono

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Soy Makoto Oono, la hermana de Akira Oono y llevo el peso de uno de los apellidos más relevantes del mundo. Nuestro linaje, aunque no se encuentra entre los diez más influyentes, aún tiene su importancia. Pero ser un miembro de una familia de renombre conlleva sus propias restricciones y expectativas, al elegir seguir mi propio camino, me siento culpable por desligarme de mis deberes y romper los lazos que me atan a un destino preestablecido. Me considero un alma libre, pero ese sentimiento de libertad a menudo va acompañado de un sentimiento de culpa.

En ocasiones, mantengo contacto con mi madre, estableciendo una relación que, aunque distante, nos permite conectarnos de alguna manera. A veces me pregunto si la idea de preservar el linaje no es realmente suya, sino más bien una influencia de la educación que recibió en el pasado. Trato de evitar pensar en ello, pero es inevitable. ¿No fue el nacimiento de mi hermana y yo el resultado de un acto de amor puro?

Esta reflexión me abruma en los días en los que pienso en mi querida hermanita. Cada día, ella lleva sobre sus hombros el peso de nuestras tradiciones, me pregunto si nuestra madre realmente entiende el agotamiento, la carga que ello conlleva. Tal vez lo hace, pero simplemente no puede deshacerse de los ideales que le fueron inculcados.

Ahora estoy en camino hacia la residencia donde vive mi hermanita. Después de un largo tiempo fuera, finalmente me dieron un respiro en la universidad al terminar el ciclo académico. El cielo se tiñe de tonos naranjas mientras el sol se oculta lentamente y aquí estoy, con mis maletas de invasora. Me emociona ver la expresión en el rostro de Moemi al recibir una visita inesperada.

A medida que avanzo, una sensación de culpa se apodera de mí. Siento que he defraudado a mi familia y he traicionado nuestras raíces. Pero al mismo tiempo, hay una profunda melancolía cuando pienso en el nacimiento de mi hermana. ¿Fue realmente un acto de amor puro o simplemente un intento de perpetuar nuestra posición social? Estos sentimientos se entrelazan en mi interior mientras me acerco al encuentro con Akira, y sé que no puedo escapar de la complejidad de nuestras vidas y las emociones que nos atan.

-No debí traer tanto equipaje  -me quejé mientras mis brazos temblaban bajo el peso de las maletas-

Ya estaba cerca de mi destino, solo faltaban unos pasos más y llegaría a la entrada. Así que seguí adelante hasta encontrarme frente a las imponentes rejas.

Esperaba que Jiiya me viera y abriera la puerta al instante, pero el anciano no aparecía por ningún lado. Comencé a impacientarme.

-¿Qué está pasando? ¿Dónde está Jiiya que no aparece? -pensé frustrada-

Consideré gritar, pero no quería hacer tanto escándalo. Me apoyé en las rejas y esperé, esperé y esperé, hasta que mi paciencia se agotó.

De repente, en la distancia, vi dos siluetas acercándose. Una me resultaba muy familiar y la otra era inusual, el solo contacto visual con ellos despertó mi intriga.

-¿Acaso ella no es...? -murmuré mientras se acercaban más y se volvían más visibles ante mis ojos-

-¡Oh! -exclamé asombrada-

Dejé mis maletas en la entrada y salí corriendo como una loca, agitando mis brazos. Sabía que era ella, no podía confundir su figura. Vi cómo sus cuerpos se alarmaron ante mi acercamiento, pero no me importó. Si me querían tumbar, que lo hagan

-¡¡Hermanitaaaa!! -grité emocionada-

Empujé al individuo al que estaba aferrada y la levanté en mis brazos, dándole las vueltas que tanto solían divertirla... al menos eso creía.

-¡Qué gusto verte!

Expresé con alegría mientras aumentaba la velocidad de mis vueltas, casi convirtiéndome en un torbellino consciente, finalmente me detuve y la solté delicadamente, sabía lo que se venía. Akira se tambaleó unos segundos hasta que cayó al suelo sosteniendo su cabeza con ambas manos.

Sólo te quiero a tiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora