Hasta que regreses

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La tensión en la sala era palpable mientras Kiyoko Oono miraba los documentos que Hiroshi había puesto sobre la mesa. Su rostro, normalmente imperturbable, se veía afectado por la sorpresa y la preocupación. No podía creer lo que veían sus ojos, los lazos que unían a su familia con la de Hiroshi eran mucho más profundos de lo que ella había imaginado. La deuda que habían contraído décadas atrás había quedado oculta en las sombras, pero ahora estaba expuesta a la luz.

- Maldición -murmuró Kiyoko para sí misma, sintiendo cómo la situación se le escapaba de las manos-

Había decidido alejarse de la política familiar y buscar un camino propio, pero ahora se veía atrapada en el pasado de su familia y en las obligaciones que este acarreaba.

Pero lo que más le preocupaba era su hija, Akira. Había decidido enviarla a Japón con Moemi, su tutora, para protegerla de las intrigas y los juegos políticos de su familia. Pero ahora, con esta revelación, se daba cuenta de que incluso en Japón no estaría completamente a salvo, anteriormente había regresado por obligación de los distintos pretendientes que presionaban a Kiyoko por saber el paradero de su hija. Al pasar un tiempo considerado volvió a enviarla a Japón de nuevo fuera de la vista de los interesados, sobre todo Hiroshi que de por si ya tenía sospechas de las intenciones de Kiyoko al hacer esto.

- ¿Qué debo hacer? -se preguntaba Kiyoko en silencio, sintiendo la responsabilidad de proteger a su hija pesar sobre sus hombros-

Sabía que había tomado la decisión correcta al enviarla lejos, pero ahora se cuestionaba si había sido suficiente.

Un recuerdo la invadió de repente mientras luchaba con sus pensamientos.

Moemi ya estaba lista para partir con Akira. La pequeña niña se veía abrigada y lista para enfrentar el invierno de la zona. Kiyoko miró a Moemi con gratitud en sus ojos, sabiendo que su lealtad y dedicación serían fundamentales para proteger a Akira.

- Te la dejo en tus manos -dijo Kiyoko, reconociendo la importancia de la tarea que encomendaba a Moemi-

Moemi asintió con solemnidad.

- Sirvo a su familia desde que era una niña y no pienso defraudar la tarea que me encomienda ahora -aseguró con determinación-

Kiyoko sonrió, sintiendo una mezcla de alivio y tristeza. Sabía que Moemi cuidaría de Akira como si fuera su propia hija, pero no podía evitar sentir el dolor de la separación.

Luego, Kiyoko se acercó a su hija y la tomó de los hombros, mirándola con ternura. Akira sostenía una pequeña paleta en su boca, sin mostrar expresión alguna.

- Eres muy pequeña para entenderlo ¿No? -le preguntó Kiyoko con suavidad-

Akira la miró con sus grandes orbes morados y asintió levemente.

- Si te quedas, quizás seas menos libre de lo que puedes ser allá -le explicó Kiyoko, sabiendo que su hija no podría comprender completamente las complejidades de la situación-

Akira seguía sin mostrar ninguna emoción en su rostro. Era muy pequeña para comprender todo lo que sucedía a su alrededor, pero de alguna manera parecía captar la tristeza en los ojos de su madre.

- Te estaré esperando -susurró Kiyoko, sintiendo cómo las palabras se le atoraban en la garganta-

Akira simplemente asintió de nuevo, sin decir una palabra.

- Nos vemos -dijo Kiyoko con un nudo en la garganta, mientras posaba un beso en la frente de su hija y le acomodaba el gorro que abrigaba su cabeza-

Luego, vio cómo Moemi y Akira se alejaban entre la noche nevada, hasta que finalmente se desvanecieron de su vista.

Sólo te quiero a tiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora