Run and Rush

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El camino hasta este punto ha sido una montaña rusa de emociones. He pasado por momentos de alegría, de tristeza, de nostalgia y de esperanza. He enfrentado desafíos y he tomado decisiones que han moldeado mi destino. Y ahora, aquí estoy, parado en medio de la incertidumbre, con el corazón lleno de anhelos y el deseo de aferrarme a lo que más quiero.

Recuerdo cada momento que hemos compartido, cada sonrisa intercambiada y cada abrazo cálido. Me he perdido en sus ojos, he sentido la intensidad de sus emociones y he descubierto un amor que trasciende los límites. Pero también he enfrentado obstáculos, dudas y miedos que han amenazado con separarnos.

En este preciso instante, me encuentro en una carrera contrarreloj. El destino ha trazado su camino y mi objetivo es alcanzarla antes de que parta hacia un futuro incierto. El dolor físico que recorre mi cuerpo es insignificante en comparación con el dolor que siento en mi corazón al pensar en la posibilidad de perderla.

Con cada paso que doy, con cada respiración agitada, siento que estoy luchando contra el tiempo, desafiando las probabilidades para encontrarla una vez más. Las estrellas en el cielo parecen guiarme, como si el universo mismo estuviera conspirando a mi favor. Pero sé que no puedo depender únicamente de la suerte, debo ser valiente y determinado, dispuesto a enfrentar cualquier obstáculo que se interponga en mi camino.

En medio de la oscuridad de la noche, continúo avanzando, buscando desesperadamente ese último encuentro. El viento sopla suavemente, como si quisiera llevar mis esperanzas hasta ella, como si quisiera susurrarle al oído que estoy en camino, que no me rendiré fácilmente.

Y así, con el corazón palpitando en mi pecho y las lágrimas amenazando con brotar de mis ojos, sigo adelante, sabiendo que cada paso me acerca un poco más a ella. No importa lo que me haya costado, lo que haya tenido que enfrentar o lo que aún tenga por enfrentar. Mi único deseo en este momento es poder abrazarla una vez más, decirle lo mucho que la amo y prometerle que en un futuro la tendré devuelta en mis brazos.

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El fuerte impacto sacudió mi cuerpo, haciéndome perder el equilibrio y retroceder varios metros antes de caer pesadamente al suelo. El dolor se apoderó de mí, como una llamarada ardiente que se extendía por cada fibra de mi ser. Podía sentir el latir acelerado de mis costillas, un eco constante de la brutal colisión que acababa de experimentar. Aunque no podía negar que la sensación era desalentadora, en medio de ese dolor surgió una extraña melancolía, una oleada de recuerdos que se aferraban a mi mente con fuerza.

Sólo te quiero a tiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora