Capítulo 22: Indecisión

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Látigo me carga mientras dejo escapar algunas protestas por el dolor de la herida de mi mano

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Látigo me carga mientras dejo escapar algunas protestas por el dolor de la herida de mi mano.

—Esta mierda duele bastante —le comento estando ya en plena conciencia de que existe. Me resulta de locos que hasta que no la vi, no empezó a joder.

Sus ojos me buscan y sigue caminando por el bosque hasta salir, para llegar a la zona VIP. Allí hay personas, pero no tantas como usualmente. Debe estar trabajando la mayoría.

—¿Hoy era tu día libre de ese infierno? ¿Qué sueles hacer? —Le invado a preguntas.

Él solo busca mis ojos dejando escapar un suspiro y volver a mirar al frente.

—Quiero pensar que ella estará bien, eso quiero creer —comento bajando la vista a la venda de mi mano—: Quiero odiarte, y tengo todas las del mundo, cosa que me molesta porque no lo consigo.

Levanta una ceja y me mira con curiosidad. Parece que le llama la atención mis palabras.

—No es el momento, olvídalo. Me siento cansado, demasiado. Es solo eso, que tal vez te odie cuando te vea siendo tan cruel como lo que hacen allí... —Siento mis ojos pesados, se me hace difícil mantenerlos abiertos.

Veo entre las rendijas como los labios de él se curvan y mueven luego como si dijera algo que no pronuncia. Creo que fue: "buenas noches, Jeremy".

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Despierto con las voces de las personas de afuera. Parece que llegó el día, ¿cuánto dormí?

Tengo más calor del que usualmente hay, como si algo pesado estuviese sobre mí. Mientras abro los ojos siento como la respiración de alguien da en mi cabello.

Me lo encuentro, acostado a mi lado aprisionado mi cuerpo entre sus manos. Levanto suavemente la cabeza para toparme con sus largas pestañas desde abajo y esos labios ya conocidos.

Parece que me quedé en su habitación anoche. Mi cuerpo está empapado al igual que mi ropa, también tengo un pañuelo algo húmedo puesto en mi frente. ¿Anoche me dio fiebre? Santa madre, no recuerdo nada... Solo que me dormí en sus brazos.

Cierro mis ojos para suspirar cuando descubro que mi compañero se despierta y me mira aún somnoliento.

—¡Puta madre! —Se escapa de mis labios ante el susto, a lo que él responde con risas—. No te despiertes así de la nada.

Solo se ríe más y me pega a su cuerpo deslizando una mano a mi trasero.

—Eres un pervertido, suelta, suelta. Yo pensando cosas lindas y ahí vas a tocarme una nacha. —Lo voy a apartar con mi mano vendada, pero una punzada se apodera de ella y detengo el movimiento para llevarla hasta mi pecho—. Duele.

Sus movimientos se suspenden y termina por pararse de la cama. Ahí me doy cuenta de algo importante... Está desnudo. Cierro los ojos de forma forzosa y me los cubro.

—Tápate, no duermas así al lado de otros... —Abro uno de mis ojos y le observo caminar hasta su silla para ponerse la ropa interior.

No me había fijado en su trasero... Es bastante redondo y ejercitado. También se ven perfectamente los músculos de su espalda, están perfectamente detallados.

—¿Tuve fiebre? —Digo mirando a otro lado con el disimulo. ¿Qué demonios me pasa? No, no, ¡no puedo seguir desviando toda mi atención por culpa de este!

Asiente suavemente con su cabeza y se acerca a mí con unas vendas nuevas para tratar mi herida.

—Látigo... —digo su nombre y me busca con la mirada.

Ladea la cabeza esperando mi pregunta.

—Duele, se más cuidadoso —comento nervioso.

Levanta una ceja ante mi respuesta y coloca una mano en mi frente terminando por pegar la suya. Nuestros rostros quedan más cerca y los colores se me suben. Sin embargo, su mirada en vez de ser de seducción es de preocupación.

—¿Qué pasa? —A punto mirando a otro lado, evitándole.

—(Fiebre, parece que tu cuerpo no supera aún el trauma. Y la herida lo pone peor) Fieber, es scheint, dass Ihr Körper das Trauma noch nicht überwunden hat. Und die Wunde macht es noch schlimmer —dice en otro idioma, aunque logro entender una palabra por lo parecida.

—¿Fiebre?, no me había dado cuenta... Pero estoy sudado. Debería estar mejor, ¿no? —Digo antes de que sus manos me empujen para acostarme de nuevo.

—(Descansa) Ausruhen —comenta antes de destaparme haciendo que el frío recorra mi cuerpo.

—¡Se supone que a los enfermos se les cuida!, no se les maltrata así —expreso mis quejas y mis ojos se desvían hasta la zona baja del hombre en ropa interior delante de mí.

—¡Látigo, buenos días! —Entra Daga como si fuera su casa, sin preguntar ni nada. Esto me hace cubrirme con las sábanas como si esto fuese un crimen.

El de cabellos negros se voltea hacia el rubio sin siquiera molestarse por esto.

—Es raro que te levantes tarde, ¿noche movida? —Suelta las palabras con alegría y picardía.

Látigo asiente ante su afirmación.

—¿¡Qué demonios pasó anoche!? —Digo levantándome de golpe—. Espera...

Mis recuerdos van volviendo... Yo con la fiebre. Látigo deslizando la lengua por mi abdomen, mordiendo mi cuello mientras yo gemía. Susurrando palabras en ese idioma suyo a mi oído... Mi cuerpo lleno en sudor sacando la fiebre.

—Tú... Tú... ¡Maldito pervertido! —Grito lanzándole el pañuelo de mi frente—: ¡No puedo confiar en ti, aprovechado!

El pañuelo sale volando mojado y en vez de darle a Látigo, el cual se mueve a un lado, choca en la cara de Daga.

—Pluma, buenos días a ti también —me dice él con una sonrisa inocente y amable.

¿Dónde quedó todo lo de anoche? ¿Cómo sonríe tan inocentemente?

—Daga... —Todas las imágenes regresan. La diana con Nube llena de cuchillos, la sangre, los enmascarados riendo... Todo... Todo...

—Espero que te sientas mejor, es un gusto tenerte como uno más de nosotros —comenta mientras se acerca a mí.

—¡Eres un monstruo! —Le digo perdiendo un poco el miedo—. ¿Cómo pudiste hacerle eso a Nube?

—(Déjale descansar por hoy, tiene fiebre) Lass ihn heute ruhen, er hat Fieber —dice Látigo aguantándome.

—Oh, ya veo. Lo puedo dejar descansar hoy, pero debo llevármelo a entrenar. No tengo problemas en cuidar a alguien que me das, pero debe poner de su parte —le dice a Látigo con una sonrisa y se acerca a la puerta—. Por cierto, Látigo. (Desde que estás con él no juegas conmigo, invítame algún día) Da du bei ihm bist, spielst du nicht mit mir, lade mich eines Tages ein.

—¿Qué dijo? —le pregunto a Christophe.

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