Capítulo 33: Pequeños

108 23 40
                                    

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.


—¿Qué? —Digo sin entender bien.

—Realmente preferiría hablar de estas cosas tomando... No así en seco, pero pensabas que era para aprovecharme de ti. Que también era para eso, no tengo que mentirte —dice riendo.

—¿Por qué siempre te ríes?... Parece tema serio —le digo mirando su único ojo sano.

—Oh, reír hará que todo sea mejor, tanto para los demás como para uno mismo. Pero esa muerte no fue una historia triste... Yo lo tomé como algo alegre —me apunta jugando con la cuchara.

Por suerte, el silencio y el espacio amplio del lugar nos da una completa privacidad, una extraña en las entrañas de este sitio.

—¿Por qué? —No puedo evitar tomar su mano al frente mío.

—Porque ellos eran unos monstruos... —Me comenta deslizando los dedos por la herida en su rostro, esa quemadura tan horrenda y a la vez tan característica suya—: sobre todo mi padre...

—Daga... —Busco su mirada y me paro de mi asiento para ocupar el que está a su lado y abrazarlo, solo eso, abrazarlo.

—¿Por qué haces esto?, te digo que no me duele, me alegra que haya terminado —me dice con su voz risueña.

—Porque no importa como fuese o que rías por eso... Quiero abrazarte igual. Perdón, por ello —digo aumentando la fuerza.

Ya no recuerdo bien el rostro de mi madre, ella fue la última en morir cuando yo tenía cinco años. Ella era rubia, de ojos claros, pero yo seguro soy igual a mi padre, el que nos abandonó, porque no me parezco a ella en nada físicamente. En cambio, la madre de Dalia dice que su personalidad y la mía son iguales, amables y preocupados por los demás.

Me imagino a Daga de pequeño, un niño bajito de ojos verdes y cabello rubio, algo tierno. Algo sufriendo al punto de sentir alivio por la muerte de su familia.

—Eres muy sentimental —me apunta él.

—Y tú muy fuerte —le respondo acariciando su cabello.

—Todo está bien, calma. No soy de mirar al pasado, ahora tengo una buena familia y me divierto. A demás, disfruto cada acto, de esos que te desagradan —dice, y siento que trata de alejarme a adrede.

—¿Te molesta que me ponga sentimental? —Le comento sin dejar que me moleste lo último, al final es lo que él desea.

—Sí, no me gusta el sentimentalismo —me responde apartando mi abrazo y tomando mis mejillas para darse cuenta de que mis ojos están aguados.

Lo admito, dejé que me ganara esa imagen y soy demasiado débil cuando se trata de saber que otros pudieron o están mal.

—Eres idiota... —Limpia con los pulgares mis ojos y luego lame su dedo para probar las lágrimas—. Es para que me odiaras.

—Y lo hago, pero tampoco significa que desee que te pase algo malo. Sabes... Aceptaste ser mi verdugo, pero también avistaste indirectamente que me mataran a la primera —le respondo en un tono leve, sin buscar discutir o ser susceptible.

—Pluma, no hagas este tipo de cosas —sus manos bajan a mi cuello colocando los dedos por detrás de mi nuca haciendo que nuestros rostros se junten en un beso.

Sus labios juegan con los míos de forma húmeda mientras me invade con su lengua y su agarre impide que me retire. Primeramente, pienso en alejarme, pero no lo siento como ese que me dio el otro día. ¿Creo que esto es a causa de lo que le dije?

Pude notar su sorpresa cuando tomo su rostro por la mejilla y continúo su beso sin ceder. Hasta ese punto todo va bien, pero Daga muerde mi labio dejando salir sangre de este, cosa que me debería forzar a retroceder, sin embargo, él no me deja. Seguimos disfrutando del momento mientras el sabor del líquido escarlata baila en nuestras lenguas.

Él se sienta sobre mis piernas de frente a mí, pegando nuestros cuerpos, mientras continuamos el juego. Siento una de sus manos bajar a mi cuello para hacer cierta presión en este con los dedos, como si se resistiera a seguir...

Trato de continuar un poco más el momento hasta que Daga se detiene y me mira a los ojos desde su posición sobre mí.

—No tengo aquí las cosas con las que me gusta jugar... —Comenta llevando los labios a mi oído.

Rodeo su cintura con las manos para que no se escape, lo hará, avanza y retrocede.

—No te emociones, no me gustan tus guarradas —digo calmando mi respiración, aún siento el sabor de la sangre en mi boca.

—Oh, eso es porque no lo has probado —expone mordiendo mi lóbulo y riendo de forma suave—. Aun así, ¿no te van a regañar por estar jugando conmigo?

—Para él, un beso debe ser una idiotez. Igual no iré a más —le respondo y mi cabeza es invadida por la conversación que tuve con Látigo en mi casa.

—Eso crees tú, de cualquier manera, así me lo pones más divertido. —Sus manos toman mi camisa y mueve sus caderas sobre mí. En ese momento lo pienso... ¿Cómo sería estar dentro de Daga? Siempre es al revés con Látigo...

Llevo la mano a su cabello y lo hecho hacia detrás para ver su herida. Me acerco a él y beso el área de la quemadura.

—Me gusta, es algo muy tuyo —le contesto. Por algún motivo la veo como algo propio de Daga, algo que le marca.

En ese momento su rostro se queda en blanco y veo sus mejillas llenarse de un rosa tierno. Percibo como mueren sus intentos de avance, se detienen y deja escapar una carcajada amplia, como si fuese la mayor broma del mundo.

—No mientras, Pluma. A las personas eso le suele dar asco, es normal que lo pasen desapercibido aquí, pero, ¿gustarles? Nunca. —Su mirada se vuelve seria para luego sonreír como siempre hace.

—A mí me gusta cómo te queda, te hace especial de cierta forma, enano. —Me atrevo a ponerle un mote antes de volver a besarle los labios.

Él no cierra el ojo, solo me mira en silencio, seguro sin entender lo que hago. Aunque sé muy bien todo, lo sé.

—Voy a trabajar... —Responde para levantarse, pero le freno con el agarre en su cintura, bajo la vista y puedo notar que ambos estamos duros, por la posición y también por el roce de nuestras zonas bajas.

Mis manos bajan a su trasero y lo manoseo un poco, debo decir que es divertido también cuando no eres quien recibe todo. No puedo evitar soltar una ligera risa y le suelto.

—Ve a trabajar —le digo mientras termino por dedicarle una sonrisa, una que le negué todo este tiempo de altos y bajos.

Él, por su parte, solo se retira en silencio pensativo, a saber que estará planeando.

Aún no estoy bien aquí, aún no siento que pueda sobrellevar todo. Pero me salva esa idea... Mientras esté en el circo, quizás pueda evitar que caigan de esa cuerda floja. ¿Existirá una forma de quedarme acá y destruir ese lugar?

Si muero... No, no quiero morir, no quierohacerlo, me aterra... Y más me asusta volver a tener ese sentimiento tan vacíocuando caía al abismo, ese de sentir que mi vida solo fue en vano.

♣️Amor De CircoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora