❅ Capítulo XIII: Delirio ❅

485 25 0
                                    

~ DELIRIO ~

Stefan

El haber escuchado a Ryan gritando con desesperación me hizo sentir como un mal padre, sin embargo, en el fondo sabía que aunque lo intentara no podía detener aquellos episodios una vez ciertas imágenes se apoderaban de mí. Me percataba de que se trataba del delirio después de pasarlo, pues mientras lo vivía sentía como si todo fuera real, como si de verdad ella estuviese a mi lado y constantemente me la arrancaran de la vida sin que yo pudiese hacer nada al respecto.

Durante todos los días de la semana de celo esas escenas se habían vuelto muy repetitivas. Era yo constantemente tratando de huir de las sombras del pasado, del deseo, de dominar mi instinto, de huir de todo lo que el hombre y el animal en mí deseaban; era yo tratando de huir de mí mismo.

Faltaban algunos días para que el calvario al fin pudiese terminar, esa era la buena noticia, la mala, era que esos próximos días serían los que me dirían qué tanto autocontrol podía mantener, pues los últimos tres eran los más intensos y aún restaban dos.

Me encontraba recorriendo el bosque, como de costumbre. Mi territorio era bastante extenso, sin embargo, en esa madrugada ya lo había recorrido varias veces. Correr me ayudaba a enfocarme en otra cosa que no fuera el deseo, y al mismo tiempo me mantenía vigilando con mis propios ojos el funcionamiento de la seguridad.

Como había hecho durante aquellos días, salí de la mansión al anochecer y empecé a correr por todo mi territorio. Cazaba y procuraba distraerme desafiando al viento.

Los miembros de la manada se encontraban enfrascados en su intimidad a diferencia de los que sufrimos la maldición (y habíamos acudido a la continencia) debido a esto, no me había topado con nadie en mis recorridos; a excepción de aquel día en el que sentí el olor de una loba a la que luego perseguí creyendo que se trataba de alguien con malas intenciones. No pude reconocer su olor, había olfateado una planta medicinal para no perseguir el olor de las hembras (esta no me hacía el efecto en su totalidad por la potencia de mi olfato, pero sí me ayudaba a engañar un poco mis sentidos), lo que sí sabía era que nunca la había visto, pero me resultaba familiar.

Era pequeña, su pelaje estaba medianamente húmedo por la nieve que caía y luego se deshacía sobre nosotros, estaba limpio, abundante y poseía una belleza que nunca había visto en toda mi existencia. Su color era blanco, pero a medida que los pelos se acercaban a las puntas pasaban del gris al marrón, sus ojos eran verdes como la aurora y brillaban a la luz de la misma. Aunque llegó a reconocerme como superior, la mayor parte del tiempo me observó directamente a los ojos, era osada y por más familiar que se me hacía, en ese momento no tenía idea de quién podía tratarse.

Mentía si decía que durante mi recorrido en las próximas noches no había imaginado otro encuentro con ella. Había sido la única hembra a la que me había acercado, de la cual había tenido que huir para no terminar accionando de una manera que después me llevara a lamentarme al día siguiente cuando estuviese totalmente lúcido, y no sumido en el encanto del deseo.

Con cada paso que daba me hundía en la nieve, la cual estaba algunos metros por encima del suelo debido a la reciente nevada. Si alguien quisiera camuflarse lo lograría sin mucho esfuerzo, pues la escarcha era suficiente como para ocultar la mitad de mi cuerpo.

Reduje la velocidad al sentir la nieve quejarse, pero por las pisadas de alguien más. Podía sentir la presencia, pero no podía identificar su olor, eso se lo atribuí a la planta una vez más. Continué avanzando, pero atento al mínimo ruido y a la presencia que sentía cada vez más cerca.

Insomnio © [+18]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora