❅ Capítulo X: Crescendo ❅

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~ CRESCENDO ~

Arianna

A pesar de que varias personas conocían los últimos y más dolorosos acontecimientos de mi vida, cuando caminaba por las calles del pueblo no sentía las miradas como solía ser en Creciente cada que salía de la mansión. Las personas no me trataban de forma diferente por ser parte de la familia de los Líderes, ni por ser la hija de Sebastian Volk, el segundo al mando. Al caminar por las calles de Luna nueva era considerada una persona común y corriente, y si ellos notaban mi distinta procedencia al olerme no lo demostraban, porque nadie me miraba como una extranjera.

Cada día que pasaba me volvía más consciente de lo que causaba en el Líder de la manada, a pesar de que ante su familia se esmeraba en tratarme como a una persona más y no como a la nombrada niña que solía sacarlo de sus cabales. Y no solo él, yo también procuraba ser respetuosa aunque mis miradas eran suficientes para hacerle saber al malhumorado todas las bonitas palabras que anhelaba decirle. Nos correspondiamos, para bien o para mal nos correspondiamos.

Tras hablar con Alexa supe que estaba en lo correcto al comprender sus intenciones. Y no solo las de ella, sino también las de mi padre, el tío Alek, Christine, Zachary y la señora Sarah (porque sí, se habían puesto de acuerdo para sacarnos la amargura al obligarnos a convivir juntos con la intención de que algo surgiera entre nosotros). Lo más probable era que ellos no estuvieran enterados de la bomba que estaban creando al ponernos a Iannelli y a mí en un mismo lugar.

Ya habían pasado algunos días desde mi llegada a Alaska, y desde entonces no había uno solo en el que no me enfrentara de una u otra manera a Stefan Iannelli.

En las mañanas salía de mi habitación hacia al comedor para desayunar, luego del desayuno entrenaba y luego de entrenar sola me pasaba el resto de la tarde instruyendo a Ryan. El pequeño era tan astuto e inteligente que avanzaba con entusiasmo en sus clases. Durante todos los entrenamientos sentía una mirada clavada en mi nuca. Sabía que su padre estaba al pendiente de nosotros pero aún no era consciente de cómo nos observaba, ya que en el lugar que solíamos entrenar no habían cámaras.

Después de nuestro encuentro nocturno en la cabaña del río no había vuelto a encontrarme con Stefan en el lugar. No bromeaba cuando le pedía que me dejara allí en vez de quedarme en la mansión. Mi vida era nocturna y los días luego de entrenar me resultaban más monótonos que productivos. En cambio, por las noches, sentía esa adrenalina en mi pecho al intentar no ser descubierta escapándome de la mansión para pasar la noche en la cabaña, luego lo mismo para volver al amanecer, arreglarme y llegar a tiempo al desayuno.

Él lo sabía, por supuesto. Me miraba acusatoriamente cada vez que entraba al comedor, como si estuviera al tanto de cada uno de mis pasos (cosa que no dudaba).

Esa mañana no lo vi en el desayuno y me preguntaba a dónde había ido el señor perfecto y tan estricto con las comidas familiares. Había sentido esa sensación de ser observada durante todas las horas de entrenamiento, pero no lo había visto una sola vez en todo el día. Me preguntaba dónde se encontraba, si resolviendo asuntos de la manada o adelantando la acción que tendría en los siete días que se aproximaban.

Ya era de madrugada y me encontraba recostada sobre mis codos en la madera de una especie de muelle que conectaba la cabaña con el río. El frío del invierno se encargaba de calmar mis emociones luego de haber pasado la medianoche.

No había tanta nieve gracias a que el día había tenido algunos momentos soleados, pero era consciente de que los próximos días serían más helados y por consiguiente también las noches.

Insomnio © [+18]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora