❅ Capítulo XIV: Carne viva ❅

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~ CARNE VIVA ~

Arianna

La semana de celo por fin había llegado a su fin esta madrugada, y yo hubiera salido de ella más que victoriosa si no fuera por cierto lobo azabache.

Stefan Black Iannelli era un descontrolado e impulsivo. Me sentía tan molesta conmigo misma por ser tan ingenua al creer que al igual que yo sería lo suficientemente fuerte como para controlarse. Pero no.

Ahora por su culpa tenía una herida en el cuello cerca del hombro ardiendome como si tuviera un carbón encendido adherido a la piel. No podía evitar pensar en lo que esa marca representaba. Si yo también lo marcara ambos dejaríamos de sufrir, pero claramente él no tenía idea de que la loba que mordió hace dos noches era la misma que no soportaba en su forma humana. Y yo no tenía idea de qué hacer con ese vínculo a medias.

—¿Qué hago? —Pregunté a Lo divino—. Me estás poniendo a prueba con ese hombre, tú mejor que nadie sabes que no me tolera en lo absoluto. Pero me ha marcado ¿acaso debo presentarme ante él? Y decirle «¡hola, me clavaste los colmillos y ahora tienes que hacerte responsable!»

El silencio que reinó en el cuarto de baño fue una evidente respuesta.

Solté un suspiro y volví a centrarme en limpiar la herida dispuesta a picar pero no a cicatrizar. El pequeño bote de basura del baño estaba casi lleno de pedacitos de algodón con pequeñas manchas de sangre, mi sangre. Aunque la mordida no era grande ni tan profunda sangraba lo suficiente como para hacerse notar. Coloqué un pequeño vendaje luego de limpiarla y busqué en mi armario ropa con la que pudiera ocultarlo.

Al parecer tendría que dejar los vestidos a un lado nuevamente. Opté por uno de los enterizos de cuero que había empacado en diferentes modelos, los cuales eran la gloria en las luchas y entrenamientos. Elegí uno manga larga, de cierre delantero a juego con un corsé de material un poco más grueso. El susodicho me llevó unos minutos al tratar de ajustarme los cordones en la parte trasera y no terminar sin oxígeno en el proceso. Me puse las botas y preferí no ponerme maquillaje, a excepción del brillo para labios.

Observé mi reflejo en el espejo. Mis ojeras eran muy pronunciadas y mi cabello estaba creciendo considerablemente. Ya estaba perdiendo la cuenta de los meses que llevaba sin dormir.

Un escalofrío me recorrió todo el cuerpo cuando el ardor en mi cuello aumentó.

—Así que hoy te arrepientes más —murmuré entre dientes y me recogí el cabello en una cola de caballo para luego salir de mi habitación apresurada. Sentía las orejas calientes y me mordía el labio inferior procurando callar todo lo que anhelaba gritar a los cuatro vientos. Mis pasos resonaban contra el piso mientras avanzaba y era evidente que prefería no hablar con nadie porque podría terminar desquitándome con personas ajenas a la situación.

—Arianna.

Por desgracia el ala para invitados no tenía sus propias escaleras para descender al primer piso de la mansión. Cuando noté su silueta por el rabillo de ojo acercándose a mí tras salir del pasillo del ala contraria, quise gritarle en la cara todo lo que como una bola de fuego caliente revoloteaba en mi interior.

Dudé cuando pretendía seguir bajando las escaleras e ignorarlo magistralmente, pero terminé dejando que me alcanzara.

Se detuvo justo a mi costado, era demasiado consciente del calor que emanaba de él, de su presencia, de su olor natural mezclado con el aroma de alguna sustancia que se impregnaba demasiado bien con el suyo. Tomé el aire suficiente como para no tener que volver a inhalar estando junto a él.

Se aclaró la garganta y guardó silencio por unos segundos considerables que me obligaron a posar mis ojos en él.

Tragué saliva.

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