❅ Capítulo XXII: Algo inédito ❅

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~ ALGO INÉDITO ~

Stefan

Observé su rostro sonrojado, conteniendo las ganas de volver a besarla que gritaban dentro de mí. Me estaba costando horrores mantenerme en mi sitio y con las manos alejadas de ella.

Nos encontrábamos sentados en uno de los sillones de la terraza, con las cortinas blancas colocadas en su lugar. De esa manera, era posible que desde fuera se observaran nuestras siluetas, pero imposible que llegaran a distinguirnos, al menos visualmente, ya que mi olor era tan fuerte que se expandía por todo mi territorio y para nadie sería un trabajo difícil encontrarme. Pero Arian, en cambio, aún ocultaba su olor. Eso me ayudaba a mantenerme un poco más centrado al estar a su lado en ciertas circunstancias.

Mis ganas de estar a su altura eran tan intensas como para que me olvidara de todos los deseos y sentimientos que había contenido durante años. No me importaba, solo deseaba estar junto a ella y hacer las cosas a su manera, se lo debía. No me arrepentía de haberla marcado en la primera semana de celo que pasamos cerca, pero sí de haberlo hecho en contra de su voluntad. Arianna me había demostrado con hechos que era fuerte, determinada y capaz; pero también me había dejado en evidencia los restos de su pasado con su manera de comportarse, por cómo reaccionó cuando por causa del delirio y el deseo terminé marcándola sin su consentimiento.

No era un secreto para nosotros que desde que nos conocimos hubo una reacción emocional, entre ambos. Al verla lamenté haber aceptado que Ryan me vistiera como a un adolescente tímido, pero al mismo tiempo agradecí a Lo divino el al menos no tener más de cinco colores encima que me hicieran ver como un payaso. Me molesté conmigo mismo porque me había parecido hermosa, delicada y capaz de sacarme de la zona de confort en la que llevaba tantos años.

Ese era el problema que ella representaba para mí: una amenaza a mis ganas de no estar con nadie.

La anestesia creada por Christine era capaz de adormecer nuestros deseos más primitivos, y también aminoraba el dolor de la maldición, porque era como una especie de droga para esa zona de nuestro cerebro que anhelaba amar. Por eso nunca quise vincularme con nadie una vez perdí a Rachel, había empezado a tomar el antídoto poco después y, aunque sufría por la ruptura de nuestro vínculo, en realidad no sentía más que dolor, enojo y culpa.

Pero entonces llegó ella, con su belleza y esos ojos verdes tan expresivos, con esa transparencia, delicada sencillez y haciéndome perder los estribos solo con respirar.

—¿Qué has dicho? —preguntó, aún sin asimilar lo que había oído, parpadeando varias veces y evitando a toda costa mirar mi torso desnudo.

Sonreí internamente y me levanté para tomar una de las batas de baño que se encontraban en el pequeño armario junto a la tina. Me envolví en la tela suave y regresé a su lado ajustando el cinturón para que esta no se abriera. Al estar junto a ella contemplé, con la escasa luz que nos rodeaba, esas pequeñas manchas esparcidas por toda su cara, esas que eran incontables como las estrellas en el cielo nocturno y que con osadía embellecían su rostro.

—He dicho en pocas palabras, que será mejor que nos casemos, que cuanto antes suceda será mejor.

Ella intentaba disimular, pero el ritmo de su corazón la ponía en evidencia.

—Es... —se cortó a sí misma y estuvo en silencio por un momento—. No lo mal entiendas, pero ¿no crees sea demasiado rápido?

—¿Rápido? —Mi frente se arrugó al instante—. Me parece rápido que quieras verme morir.

—Me sobran razones, pero no quiero que mueras.

—No estoy tan seguro, y no pretendo arriesgarme. He aprendido mucho sobre autocontrol últimamente, pero tú, que eres mi maestra, hace tan solo unos minutos estuviste a punto de comerme.

Insomnio © [+18]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora