❅ Capítulo VII: Aliento ❅

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~ ALIENTO ~

Arianna

Zachary tomó al pequeño Ryan cuando dimos por concluido el primer día de entrenamiento, y yo decidí dirigirme a mi habitación para darme un largo baño. Agradecí no tropezar con nadie de camino al ala de invitados en la que, por lo que había confirmado, me acompañaba la soledad. Cuando estuve en mi pieza, inevitablemente solté una risa leve.

Al jugar con Ryan me sentí como una niña pequeña, reconfortada y en un espacio en el que nadie emanaba molestia hacia mí. Eso hacían los niños, eran lo más puro e inocente en la tierra y por fortuna contagiaban a los demás con su comportamiento. Creía que por esa razón era tan apegada a ellos, en ocasiones preferiría vivir rodeada de niños y no de adultos complejos.

Los adultos éramos niños que con el paso de los años fueron adquiriendo marcas y lecciones de la vida que tarde o temprano nos brindaban tanta experiencia como para madurar. Unos somos más marcados que otros y eso era evidente cuando crecíamos. Mentiría si dijera que a veces no deseaba volver el tiempo atrás, volver a ser niña y olvidarme de todas las cosas que me abrumaban.

Me molestaba que me llamaran así, me molestaba porque Lukas solía decir que parecía una pequeña frágil e inocente; y era repugnante saber que aún viéndome así fue capaz de intentar abusar de mí. Era tan difícil imaginar a una niña pasando por cosas que por desgracia había tenido que vivir.

No solía odiar, pero si había algo que detestaba era que me vieran como él lo hacía.

El efecto de la risa desapareció con un gruñido molesto ante ciertos pensamientos.

Me desnudé y me adentré al baño, en donde pasé horas, tal vez; procurando que el agua se llevara mis penas. Cuando salí sentí la necesidad de lanzarme a la cama y dormir hasta el amanecer, pero ignoré aquello porque sabía que solo era un reflejo provocado por lo que deseaba. No podría dormir, solo volvería a llorar al intentarlo y terminaría recordando mis desgracias.

Observé el reloj en la pared, el cual terminaría marcando la hora de la cena más pronto que tarde.

Organicé algunas de mis cosas, me sequé el pelo y me vestí con un vestido verde de tirantes que se acoplaba a mi cuerpo como una segunda piel gracias a lo moldeable que era de seda.

Di una capa de rímel a mis pestañas y me puse gloss transparente en los labios. Mi cabello lo dejé suelto, con una raya en medio y ondulado.

Mirándome al espejo, mordí mi labio inferior pensando en que tal vez no debí esmerarme demasiado, pero, a fin de cuentas me gustaba el resultado y eso era lo que importaba, porque me vestí para estar cómoda y presentable.

Tomé el pequeño frasco de perfume y me puse un poco.

Cerré mis ojos por unos segundos, recordando sus palabras.

«No deberías vestir tan femenina, nena, así evitas que sienta ganas de arrancarle los ojos a cada macho que te mire demasiado.»

«Dejas que otros te digan preciosa, pero huyes de tu compañero.»

Tragué saliva y volví a observarme.

—Puedo ser una hembra hermosa e intocable —recordé lo que por momentos olvidé gracias a su amor enfermizo.

Yo era suya, pero para él, más que de una conexión o vínculo, se trataba de una posesión. Para Lukas yo era algo. Algo sin voz ni voto, un objeto para su propio placer, no una mujer, no una persona... olvidó que era yo quien decidía si dejarlo meterse entre mis piernas de tal manera que cuando me negué intentó hacerlo a la fuerza.

Insomnio © [+18]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora