❅ Capítulo XX: Vestigios del dolor ❅

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Hola, criaturas, espero que se encuentren muy bien.

Aquí un mini maratón 1 de 2 (este y el siguiente cap), como recompensa, ya que he estado un poquito ausente por acá. Les quiero un montón.

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~ VESTIGIOS DEL DOLOR ~

Arian

Al principio fue un simple contacto, un roce delicado que duró apenas un segundo en el que me dió la oportunidad de apartarme, solo un segundo, pero aunque me hubiera dado horas y horas para decidir, habría preferido seguir con sus labios haciendo contacto con los míos. Después de darme ese segundo de raciocinio, Stefan me volvió a besar pero esta vez con un poco más de firmeza y al mismo tiempo con una lentitud y delicadeza que llegaba a ser incluso tortuosa. Él quería que yo le correspondiera y estaba trabajando muy bien para lograrlo.

Yo era incapaz de moverme, mis ojos se habían cerrado por inercia y mis nervios se habían mezclado con un cálido revoltijo en mi estómago. Mi cuerpo en ese momento era capaz de evaporar el sudor que me resbalaba por la espalda, temblaba y me encontraba tan inestable física y emocionalmente que temía desplomarme en el piso del despacho del Líder de Luna nueva. Un macho que ardía en temperatura y que era ardiente incluso más allá de su físico marcado y atlético.

Sentía las palmas de mis manos sudorosas, si no me sujetaba de algo urgentemente corría el riesgo de derretirme ahí mismo.

—Stefan...

Abrí los ojos y observé cómo se apartó de mí lentamente, con la respiración agitada, los ojos oscuros y la piel reluciente por causa del sudor.

—¿Hice mal en besarte?

Negué.

—¿Y por qué no me correspondiste? —Preguntó en un susurro, conteniendo la sonrisa que exigía iluminar su rostro—. Estás temblando justo ahora, no puedes negar que te gusto al menos un poco.

Esta vez yo sonreí abiertamente y aparté la mirada de él solo por un momento. Inhalé su olor, me embriagué de él y en ese momento agradecí haber sido entrenada para mantener un poco de autocontrol sobre mí misma.

—Yo nunca he negado nada.

Sus cejas se elevaron instintivamente, de hecho, dudaba que él hubiera sido consciente de la reacción de su cuerpo.

—Eso es cierto —dijo—. ¿Entonces?

Moví la cabeza ligeramente.

—¿Entonces qué?

—¿Por qué huyes de mí? ¿Por qué no quieres estar cerca de mí?

Sonreí ligeramente y sentí la anticipación de los nervios por todas las cosas que había dentro de mí para decirle, para hacerle saber. Cientos de cosas que, con solo decirlas podrían unirnos más y acabar con los vestigios del dolor provocado por la maldición, todos esos sentimientos negativos y también con el insomnio.

—Tampoco es cierto que no quiera estar cerca de ti —algo se encendió en sus ojos por causa de mis palabras—. Aunque, es normal que lo pienses. Empezamos muy mal.

Insomnio © [+18]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora