8. Semilla del Caos (Segunda parte).

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" Girl, I'm not with it, I'? way too far gone.
I'm not ready, eyes heavy now. "

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- ¿No estás cansada de seguirme a todos lados? - su voz salió en un jadeo, limpiando la sangre que había manchado su mejilla.

- Lo seguiré haciendo hasta que aceptes mi propuesta.

- Ya lo dije, señorita de cabellos blancos a la cual no le recuerdo el nombre, no pienso unirme a ustedes, así que será mejor que dejes de intentarlo.

- ¿De verdad crees que estas en posición de negarte? Eres estúpido hasta la médula - consigo llevaba una carpeta, extendiendo la misma al más alto -, lastimosamente para ti, Tartaglia, alguien de nosotros me ha hecho el favor de conseguir lo que necesito para que vengas conmigo.

Su cuerpo se tensó, había sido lo suficientemente cuidadoso para que no le siguiera y temía que hubiese cometido algún error. Tomó la carpeta, la abrió cuidadosamente, aterrado, entonces lo primero que encontró fueron fotos de sus padres y hermanos, su rostro no mostraba ninguna emoción en especifico, de cualquier forma nunca parecía que las tuviera cuando en sus ojos se ausentaba el brillo opaco de los mismos.

Continuó pasando páginas, fotos, documentos, entre ellos pudo ver distintos datos médicos, los que seguramente contenían la enfermedad de su padre.

Sus manos soltaron los papeles, los cuales cayeron y se esparcieron en el negro asfalto de la calle. No tardó mucho en reaccionar, pues cuando menos se daba cuenta, sus dedos se encontraban rodeando el cuello de la albina y enterrandose sobre su blanca piel. Sus uñas rasgaron suavemente y dejaron marcas rojizas a su paso, algunas parecían que amenazaban con empezar a sangrar.

— ¿¡Cómo consiguieron esto!? ¡Habla maldita idiota!

La voz de Tartaglia raspaba su garganta y la contraria se sintió intimidada por primera vez en su vida, sus manos intentaron apartar los brazos ajenos pero no obtenía nada consigo, sus pulmones rápidamente empezaron a perder el escaso aire que quedaba y sus esfuerzos en respirar se volvían nulos tan pronto como su vista empezaba a tornarse borrosa.

Habría perdido el conocimiento si una externa no se hubiera metido.

— No estás en posición de atacarnos, Tartaglia — una suave voz interrumpió, la presencia de aquella chica baja hizo que el mencionado soltara a su víctima antes de que la misma perdiera el conocimiento.

Algo que debía admitir era que tenía una voz increíblemente suave e hipnotizante, una voz que sería capaz de escuchar hasta la muerte. Sus ojos se posaron en el diminuto cuerpo de la chica.

Cabellos largos y oscuros, pestañas largas y finas cubriendo un par de ojos altamente oscuros, una complexión delgada. Cada segundo que la veía podía darse cuenta de que realmente tenía un porte elegante y elocuente, sentía haberla visto antes en algún lado, ¿alguna vida pasada? Quien sabe, pero su presencia le atemorizaba y atraía al mismo tiempo.

— No recuerdo haberte visto antes... Pero estoy seguro que eres parte de la asquerosa pandilla de esta tipa, ¿o dirás que me equivoco?

Tartaglia relajó sutilmente el cuerpo, aun así se mantenía preparado para cualquier cosa que surgiera de imprevisto. Arleccino por su parte se encontraba aún sobre el suelo, su vista perdida en el asfalto.

— No te equívocas, la suposición es correcta y aunque a mi tampoco me gusta formar parte de pandillas, tengo... mis razones...

— Qué tontería. Lo único que hacen es formar parte de una maldita tontería, deberían morirse todos ellos.

Siete días. Siete noches [ Tartaglia x Scaramouche ]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora