Capítulo 3

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Después de mi primer día, lo único que me apetece es meterme en mi cabañita y dejar de existir. Ah, y darme una ducha. Estoy llorando por dentro solo con pensar que mi única protección de intimidad serán unas cortinitas finitas.

Sin embargo, resulta que tengo público justo delante de la puerta. En los escalones que suben a mi cabaña, específicamente. Me quedo parada delante de Blanca, Miki, Thai y Yara.

—¡La nueva! —exclama la primera con una gran sonrisa.

—Por tu cara, deduzco que ha ido genial —bromea Miki.

Sonrío con ironía, a lo que ellos se ríen. Todos menos Yara, que dice algo muy seria pero nadie la entiende, así que la conversación sigue fluyendo.

—¿Te han dado el horario infernal? —pregunta Thai.

Asiento y, con dificultad, me acerco y me siento al final de las escaleras con ellos.

—Ha sido horrible —murmuro—. Mañana voy a tener agujetas por todos lados.

—Si te sirve de consuelo —comenta Miki—, cuando empezamos todos teníamos ese horario.

Vaya si me consuela. Levanto la cabeza de golpe, sorprendida.

—¿Todos lo habéis hecho?

—Sí. —Blanca se ríe entre dientes—. Fue horrible.

—Todavía recuerdo llegar a la cocina sudando como un cerdo —añade Miki—. Todos los cocineros se reían de mí.

—¿Y el final en el granero? —sigue Thai con una risotada—. No sé ni cómo llegué. Habían pasado dos horas más, pero bueno, al menos llegué.

—¿Dos horas? —pregunta Blanca—. Yo ni siquiera llegué al granero. Me rendí en el puto partido de voleibol. Cómo odié a esos niños...

—Espera —intervengo, confusa—, ¿me estáis diciendo que no terminasteis el recorrido a tiempo?

Todos se quedan en silencio. Yara murmura algo y asiente con solemnidad.

—Claro que no —dice Thai, confuso—. No está pensado para que puedas hacerlo. Es imposible.

—Mmm... creo que es posible, en realidad.

—¿Eh?

—Lo he hecho entero. Y a tiempo.

Y... silencio. Otra vez.

Todos me contemplan hasta que Blanca, con una carcajada de perplejidad, me pasa un brazo sobre los hombros y empieza a apretujarme contra su cuerpo. Espero que no le importe el olor a sudor que desprendo.

—¡Es una campeona! —exclama con admiración.

—¿Lo has hecho a tiempo? —repite Miki, como si no pudiera creérselo.

—Sí... creo Stef lo estaba cronometrando, así que podéis preguntarle.

—¡El jefe tiene que estar con ganas de morirse! —exclama Thai con diversión—. Imagínate no tener nada de lo que quejarte..., debe ser su infierno personal.

—No digas eso —interviene Miki—. A ver, no es míster simpatía, pero tampoco es tan malo. Solo le gusta que la gente haga las cosas bien.

—Miki está enamorado —explica Blanca.

—¡No estoy enamorado! —salta el aludido, aunque se ha puesto un poco rojito—. ¿Podemos cambiar de tema?

—Resumiendo, entonces —propone Thai, y cuando me sonríe yo parpadeo, confusa—. Tenemos algo para ti.

Cartas de veranoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora