·Capítulo 21·

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KADEN


Volvimos a Nueva York al día siguiente cuando ya anochecía. Nuestro chófer nos esperaba a mi hermana y a mí en la carretera junto al Jet. A pesar de que allí también hacía un frío de cojones no tenía nada que ver con Alaska y agradecí el cambio de temperatura.

—¿Te lo has pasado bien? —le pregunté cuando nos subimos al coche.

Asintió.

—No sé cómo voy a volver en tres días a la universidad, no quiero que se acaben las vacaciones—suspiró.

Le di la razón.

Durante el viaje había olvidado que yo tendría que asistir a la facultad ya que mi padre no me dejó tomar clases online de la universidad de Tokio en la que estudiaba. No tenía sentido pero mi padre era estricto y jodidamente caprichoso. Quizá no insistí en negarme ya que una parte de mí quería vivir esa experiencia con Erick. Antes de que mi padre me mandara a Japón, Erick y yo habíamos estado muy ilusionados con la idea de ir juntos a la universidad; hacer amigos, ir a fiestas juntos y meternos en los mejores equipos de baloncesto y boxeo. Me perdí cuatro años de eso por lo que quería disfrutarlo estos dos meses que nos quedaban.

Cuando llegamos a casa, Adele y papá estaban en el salón. Mi madrastra hablaba por teléfono mientras se pintaba las uñas y mi padre tenía la mirada clavada en el ordenador.

—¡Niños! Por fin habéis llegado—Adele se levantó de un salto para abrazarnos a ambos con alegría—Os he echado de menos.

—Hola mamá—sonrió mi hermana.

Mi padre cerró el ordenador con suavidad y caminó hacia nosotros con una mirada seria pero una sonrisa se dibujó en sus labios.

—¿Os lo habéis pasado bien? —se quedó a una distancia prudencial, sin abrazos ni besos como había hecho su mujer. Lo cierto es que Adele era la única cariñosa de la familia. Aunque ya era demasiado decir de mi padre que me sonriera y que no me regañase cada dos por tres.

Quizá sí estaba cambiando.

—Sí, ha sido genial, pero estoy muerta. Hablamos mañana, ¿vale?

Mi hermana cogió una de sus maletas y Adam, nuestro guardaespaldas de confianza, cogió las demás y la acompañó arriba.

Me miró unos segundos haciéndome saber que luego me ayudaría con las mías e hice un gesto que indicaba que no hacía falta.

Solo llevaba dos maletas y estaba lo suficientemente fuerte para cargar con ellas.

—Yo también me iré a la cama. Mañana empiezo a trabajar de nuevo—mi madrastra le dio un pico a mi padre y a mí un beso en la mejilla antes de dirigirse a las escaleras.

—Ahora voy contigo, debo terminar un par de cosas.

Seguí a mi padre al salón ya que no tenía ni una pizca de sueño.

Sacó dos copas y una botella de vino del minibar y se sentó de nuevo frente al ordenador.

—¿Ha ido todo bien? —preguntó vertiendo un poco del líquido rojizo en las copas. 

Supe que se refería a Keyla.

—Sí. Casi ni me he acercado a ella—mentí.

—Bien—me miró unos segundos—Sé que lo que tenéis es especial, hijo. Pero sabes por qué soy tan exigente con tu cercanía hacia ella. Si Greg se entera de que le diriges una sola palabra, romperá todos los negocios que tenemos juntos e incluso podría pedir un juicio por lo que pasó—suspiró pasando sus manos por su pelo grisáceo. A mí se me revolvió el estómago. Gregorie Bloosom es un héroe ante los ojos de su hija pero podría meternos en un infierno si me vuelvo a acercar a ella—Quiero que entiendas que lo que hice fue para protegernos. Contigo aquí las cosas hubieran ido a peor.

Tú y yo, por siempre (+18)حيث تعيش القصص. اكتشف الآن