Capítulo 2

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Iban a ser las 11:00 p. m. y se me estaba haciendo difícil conciliar el sueño como muchas noches anteriores en las que me había quedado despierta hasta tarde pensando en lo que querían que fuera mi futuro... Imaginando vivir sola y siendo una reconocida pintora, una pintora que vivía en soledad, triste, como todo lo que plasmaba en sus lienzos...melancolía. Una pintora que deseaba que al lado de su casa viviera quien ella quería que fuera la más hermosa sonrisa, los ojos más bellos, la ternura y ser más tímido que ella nunca antes hubiera visto, aquella felicidad que le habían negado y quería algún día poder alcanzar... Leonardo Villareal junto a su madre Martha Ariza.

Sonreía al pensar todas las veces que él pudiese estar viéndola, escondido en algún lugar de su casa hasta que un día su madre se diera cuenta que por primera vez su pequeño bebé estaba enamorado de una hermosa joven de ojos negros, delgada, no muy alta, con una hermosa cabellera larga y muy negra; aquella joven que lo hacía sonreír cada vez que hacía algo gracioso, sin ella darse cuenta.

Leonardo, aquel hombre con el que se había casado y estaba perdidamente enamorada de él y él de ella, aquel hombre que poco a poco había dejado la timidez para a cercarse a ella, porque no quería que el miedo fuera más grande que el deseo de estar junto a ella. Leonardo con el que ella había tenido una hermosa hija con unos ojos tan bellos como los de él, una niña que daba una sonrisita tan pequeña y tímida igual que la de su padre cada vez que alguien le hablaba bonito.

LA ÚLTIMA LUZ DEL DÍADonde viven las historias. Descúbrelo ahora