Capítulo 19

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—Bienvenidos los estaba esperando, mi plan no era verlos tan pronto, lástima que todo se haya apresurado. Sobrina, me da gusto volver a verte.

No entendía nada, estaba tan tranquilo y una mirada maliciosa al dirigirse a mí que algo me decía que ya sabía que esto iba a suceder.

—Hermanito, no sabes el gusto que me da que por fin estemos frente a frente. Recuerdas cuando pedí tu ayuda, ¿lo recuerdas?

—Yo no tengo por qué pagar por tus patraña. ¿Dónde está mi hija?

—Tan correcto e inteligente como siempre, siempre fuiste el favorito de mis padres, recuerdas cómo te decía mi madre, bienvenido a tu casa, hijo; mientras que a nosotros nos recibía como a cualquiera.

—Mi hija no tiene la culpa de sus diferencias, devuélvela, por favor. La voz de Jarana se rompió en llanto.

—Mi hijo tampoco se merecía que lo alejaran de su padre durante tanto tiempo. Sé que debió sufrir mucho debido a mi ausencia pero eso no les importó.
Empecemos esta fiesta. Luces por favor, luces.

De repente se encendieron varias lámparas y cada una de ellas enfocaba unas enormes cajas que estaban aforradas y con unos lazos como regalos, Dos cajas estaban aforradas del mismo color mientras las otras dos estaban de diferente color; rojo y azul.

—Recuerdas las fiestas que hacían para celebrar nuestros cum…espera solo te celebraban los tuyos. Y recuerdas los regalos enormes que te daban nuestros padres… Sé que todavía falta para que llegue ese día pero yo no pude esperar y quiero darte muchos regalos hoy, hermanito. Yo quiero llenar ese vacío que han dejado nuestros padres —y baja su mirada simulando pesar—. Entonces empecemos ¿Cuál quieres abrir primero?

El lugar donde estaban era un cuarto enorme el mismo cuarto que había convertido en un infierno para Ghersú. Había poca luz hasta que se encendieron las lámparas, las puertas estaban abiertas antes que todos entraran, al entrar las puertas se cerraron.

***

Me sentía pérdida, y si me quedaba algo de esperanza la perdí cuando salieron de detrás de las cajas los hombres que habían secuestrado a mi prima y a mí, uno de ellos dirigió su mirada hacia mí.

—Buenas tardes, preciosa. Espero que la hayas pasado muy rico después de haberte ido con nuestro amigo; a propósito, ¿dónde lo dejaste?

—Les presento al resto de invitados, mis hombres Fieles —al decir aquello recalcó la palabra fieles—. ¿Cuál quieres abrir primero, hermano? Espera, espera…Nuestro padre nos enseñó que lo que no es nuestro, no debemos tomarlo. Si lo que está adentro del regalo no es tuyo te harás responsable del castigo que te voy a dar.

—Eres un maniático. ¿Dónde carajos está mi hija? —cuando intentó caminar para salir de ahí uno de los hombres le apuntó con un arma a su esposa—. Si ves lo que ocasionas, hermanito. Es sencillo te llevarás el regalo que sea para ti.

Esas cajas negras de solo verlas me hacían erizar la piel, pero mi mente se quería hacer la idea que todo lo había hecho para que sufriera en este lugar cada segundo —aquel hombre desesperado señaló una de las cajas negras—. Esa…

—Sorpresa —al abrirse la caja había un señor ya muerto. Los ojos de Jerana y Aligia se abrieron tan grandes y sorprendidos al ver aquel cuerpo… Lo siguiente en escucharse fue un disparo. Jerana se encontraba tirada en la fría madera. El grito de su esposo no tardó en escucharse, y de inmediato salió hacia ella.

— Te lo dije, no puedes llevarte lo que no es tuyo, eso no es lo que nos enseño papá.

—Eres un maldito —cuando intentó acercarse con toda su rabia para golpear a su hermano, dos hombres lo agarraron.

—Se acaba el tiempo, escoge otro regalito —él mira a su esposa quien está tendida aún y lo mira con compasión.

—Roja —se alcanzó a escuchar con voz poco audible.

Si antes mi corazón no dejaba de latir fuerte en un lapso se había detenido y consigo mi respiración, toda esperanza en mí había desaparecido, mi rostro se calentó y mis oídos chillaban. Cuando se abrió aquella caja lo vi…, ahí lo tenían amarrado, amordazado, estaba todo sucio de sangre y estaba inconsciente. A pesar que se veía fatal yo sabía que no podía estar muerto, todavía mi cuerpo podía sentir su calor.
—¿Qué le has hecho? —la voz de aquella chica gritaba furia y en el instante empuño sus manos. Cuando salió hacia él, se escuchó otro disparo.

—De nuevo has fallado, no puedes llevarte lo que no es tuyo, ya esa cosa tiene dueña —al decir aquello su mirada se posó en Itzaé y no dejaba de reír.

A pesar de todo, mi corazón no podía odiarla, no podía dejar de amarla, lo último que escuché de sus labios al mirarla fue la palabra, perdón.

—Ya basta, acaba conmigo yo fui quién te negó su ayuda a ellas déjalas.

—Siempre queriendo mandar, pero aquí quien manda soy yo. Te quedan dos regalos aún. ¿Negro o azul?

—Negro.

—Sorpresa… —otro cuerpo sin vida y esta vez el cadáver correspondía a una señora—. Esta vez no seré yo ni mis hombres quien disparen. Solo queda uno o…talvez sean dos regalo —Gersón tomó un balde con agua y se lo echó en la cara al hombre que yacía  inconsciente sobre la fría madera—. Querido, bienvenido a la fiesta.

Sus ojos recorrían todo el lugar en busca de una respuesta. Y cuando su mirada encontró la mía algo en él pareció haber recordado…

—¿¡Qué dices, hermanito?! —al momento de haber dicho eso, con la mirada le hizo seña a uno de sus hombre para que abriera la caja azu—. Sorpresa, les presento a mi último invitado —sorpresa era lo que la mirada de Harlán reflejaba y de un momento a otro se transformó en furia.

—Eres un desgra…

—Quieto ahí —y saca su arma y le apunta al niño que se encuentra atado—. Quítale la mordaza y échale agua para que despierte que se va a perder la fiesta y va a quedar sin dulces.

—Haz lo que quieras conmigo, pero a él déjalo en paz—. Eso debiste pensar antes de traicionarme por una hija de perra —y escupió con asco.

En un instante se soltó del hombre que lo había agarrado y se lanzó sobre su hermano e intentó quitarle el arma pero falló en el intento y lo único que consiguió fue un golpe tras otro.

—Quieto, que lástima que hayas fallado. Pero tranquilo no tienes porqué alterarte, aún queda un regalito para ti, estoy seguro que este te va a encantar.

De un momento a otro un saco negro cayó de la mitad de la habitación quedando colgado.

—Este regalito es para ti, hermano. Acércate, ya puedes abrirlo. 

LA ÚLTIMA LUZ DEL DÍADonde viven las historias. Descúbrelo ahora