Capítulo 18

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—Qué es lo que te han hecho, mi niña? Dónde han… —al decir aquello, se percató de que estaba sola—.¿Dónde está Ghersú, ¿por qué no está contigo?

—¿Dónde está mi tío? No hay tiempo para explicaciones, el tiempo se acaba y todo puede terminar muy mal.

—Desde que desaparecieron él no hace más que buscar y buscar. Tú mamá y Jerana están con él.
Mis ojos se volvieron a inundar de lágrimas, me sentía tan pérdida —se escuchó sonar el timbre.

Me sobre salté, sentí como mi rostro se calentó y mi corazón palpitaba muy fuerte, Zulema y yo nos miramos y nuestras expresiones eran de terror, algo estaba apunto de suceder. Volvieron a tocar el timbre y Zulema, se acercó a la puerta y miró quién era, su rostro se inundó de satisfacción y no dudó en abrir la puerta.

Los ojos de mi tío fueron los primeros que se encontraron con los míos, su rostro estaba lleno de asombro y algo de tristeza. Su abrazo fue cálido, sentí como mi cuerpo se calentó después de tanto frío…

—Mi pequeña, mi ángel —entre lágrimas se acercó a su hija pero aquella la rechazó. Su mirada no era de odio, ni tristeza, era una mirada pérdida, como si quien se hubiera acercado fuera una completa desconocida y no su madre.


Algo en mí había cambiado, no sentía odio hacia ella, pero algo muy dentro de mí no quería tenerla cerca.

—¿Dónde está mi hija? —la mirada de Jerana recorría todo el lugar como queriendo encontrar la respuesta a su pregunta.

—Debemos ir por ella. No hay tiempo para explicar nada. Ella está en peligro.


***

—Cómo es qué ese malnacido se ha atrevido a hacer algo así, va a pagar muy caro cada lágrima que haya derramado mi ángel.  No puedo creer que se haya hecho pasar por muerto para hacer todo esto.

Ya hablé con el coronel y va en camino con sus hombres. Llegaremos primero que ellos. No se preocupen no vamos desprotegidos —y se dispuso a sacar el arma que estaba en una gabeta del carro. Su esposa abrió los ojos y lo miraba sorprendida.

—Por mi hija soy capaz de lo que sea.

Itzaé iba en el asiento trasero y la lado iba su madre quien le había estado hablando y ella no le respondía ni la miraba, su mirada estaba pérdida su mente estaba lejos de allí.


No paraba de pensar en lo que podía suceder, y si todo salía mal, y si su tío no salía con vida de ahí, y si acababan con aquel cielo que le daba a sus atardeceres grises una forma de mirarlos como una de las pinturas más inefable que haya podido existir.

***


—Pensaste que te burlarías de mí, te di más de lo que le di a mis otros hombres… Te di un lugar mucho más alto del que un patrón le da a un empleado, te dije que te consideraba como un hijo, y aún así me traicionaste, ni siquiera puedes llegar a igualar a ninguno de estos hombres que están aquí contigo eres tan miserable como toda tu vida.


—Yo nunca te pedí nada, era un empleado más, y mucho menos me sentiría orgulloso de ser hijo de un maldito, asqueroso y repugnante enfermo —golpe tras golpe fue lo que recibió después de decir aquello.

LA ÚLTIMA LUZ DEL DÍADonde viven las historias. Descúbrelo ahora