Capítulo 13. II parte

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—Yo también estuve llamando a mi hija porque no vino a almorzar  y tampoco respondió a mi llamada; voy a mirar si están en la habitación.

Toqué varías veces su puerta y llamé pero nunca respondió, así que abrí la puerta y otra vez sentí ese horrible vacío..., es como si hubieran arrancado algo de mí. Entré a la cocina y encontré a Zuleima limpiando.

—Buenas noches ¿Ghersú dejó alguna razón con usted? 

—No señor; la señorita Ghersú salió en la mañana y no ha regresado, pensé que se había comunicado con usted.

Algo no está bien, mi hija no mantiene su celular apagado y cuando iba a llegar muy tarde avisaba, lo mismo ocurría con mi sobrina —antes de que aquel hombre se marchara de la cocina lo llamó.

—Señor, ella me llamó iban a ser las 2:00 p. m. pero yo estaba ocupada organizando el mercado y no escuché la llamada; a esa misma hora la señorita Itzaé llamó a Paulo, él tampoco pudo contestar porque estaba limpiando la piscina y cuando le devolvimos la llamada ninguna contestó.

Cada vez me angustiaba más… Llamé a varios de sus compañeros pero ninguno sabía nada de ella; al primero que llamé fue a Maicol, me dice que no ha sabido nada de ella, que había quedado de llamarlo para avisarle a qué hora podía llegar a visitarla al parecer Ghersú le daría una respuesta después de él haberle preguntado si quería ser su novia.

Le avisé a Aligia, ella llamó a varios de los compañeros y a la amiga de Itzá pero nadie sabía nada de ella, es como si se las hubiera tragado la tierra.
Me comuniqué con un investigador privado y di aviso a las autoridades para que empezaran la búsqueda.
Mi investigador rastreó la última llamada que hicieron ambas. Para mi sorpresa el aparato indicaba que el lugar donde fue realizada la llamada había sido…la entrada de nuestra casa; al salir nos dimos cuenta que en una esquina del portón de la entrada había un celular tirado, Aligia lo reconoció de inmediato era el celular de Itzaé. Sus ojos se llenaron de lagrimas ya no había duda que algo malo había pasado.

Dos días después…

Ya han paso dos días… Es tan cruel darse cuenta que empezamos a valorar las cosas, las personas, aquellos pequeños momentos que por muy insignificantes que parezcan no lo son; cuando sabemos que podemos perderlo o que ya lo hemos perdido.

Dos días sin encontrar ningún indicio del paradero de su hija y su sobrina; dos días que no había dejado de llorar y de reclamarse así misma por lo cruel que se había portado con su hija, de lo miserable que había sido, de todo el sufrimiento que le estaba causando y le causaría si aún estuviera allí con ella; sabía que su hija no quería ser monja que solo lo iba a hacer por la culpa que sentía al ver a su padre en una silla de rueda.

Y Hernán…pobre de él, no dejaba de llorar y reclamar por su pequeña hija, quien nunca dejaría de ser su pequeñita consentida sin importar lo que le dijeran sobre ella.

LA ÚLTIMA LUZ DEL DÍADonde viven las historias. Descúbrelo ahora