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Los pájaros volaban hacía sus hogares anunciando la llegada de la tarde, la poca luz del sol alumbraba toda la zona con esfuerzo. El dibujo se mantenía guardado en el bolsillo de Alec y avanzaba junto a él. El pelinegro tenía intención de preguntarle sobre su contenido a Thiago.

Con rapidez, tomó el tranvía que lo llevaría a las estación. De ahí avanzaría a pie unas cuadras. Se sentó junto a una mujer de mayor edad que llevaba una canasta con ella, sus desgastadas manos se movían con agilidad tejiendo lo que parecía una tortuga. Alec curioso, observó a la anciana trabajar.

—Le está quedando muy lindo —comentó.

La señora lo volteó a ver con una sonrisa —es para mi nieto.

Alec analizó la pequeña tortuga verde. Su caparazón hecho de un tono más fuerte que la piel del pequeño animal. Tenía un estampado, líneas y colores que chocaban entre ellas, formando caminos revueltos. Sus ojos veían con atención hacía enfrente, como si no pudiera quitar la mirada de algo en especifico. Sus cuatro patas ya estaban hechas, y la abuela trabajaba en su cola.

—A su nieto le va a encantar señora.

—Eso espero, realmente quiero sorprenderlo —anunció.

Cuando Alec se bajó la señora ya había terminado la cola.

—Que tengas un lindo día —dijo la anciana como despedida.

—Igualmente —contestó.

Alec caminó más entusiasmado. Tras unos minutos vio a la distancia la parada donde Thiago lo había citado. Se sentó en una banca cercana y esperó. Su intención era esperar atento a Thiago, sin embargo, el tiempo comenzó a correr, Alec se distraía con la cantidad de personas que había a su alrededor; Turistas.

Originalmente Alec no era de ahí, él había nacido en un pueblo al sur de la isla. En esa zona podías encontrar a toda el área trabajadora que normalmente no se veía si eras un turista. Lamentablemente, su familia se había mudado debido al trabajo de su mamá. El centro y el puerto solía estar lleno de gente, solo algunas zonas ocultas que los habitantes conocían estaban vacías. Honestamente Alec no entendía porque Thiago lo había citado justamente en el lugar donde más gente había. La gente pasaba y pasaba, caras conocidas y desconocidas. Ninguno era Thiago. Alec esperó por más de una hora.

No creía que Thiago lo pudiera plantar a propósito, probablemente algo sucedió con su trabajo y por eso no había llegado. Un poco decepcionado, se levantó, se puso frente a la parada y esperó a que el tranvía pasará. Casualmente, el grito de un niño llamó su atención, su cabeza giró en dirección al sonido y fue cuando lo vió. Thiago estaba sentado sobre la banqueta, a una cuadra de donde Alec había estado todo ese tiempo. Llevaba el uniforme de su escuela, el cabello le caía sobre los ojos. Tenía las manos sobre sus piernas y la espalda tensa. Con la mirada se veía que estaba buscando a su amigo con impaciencia. Alec se preguntó cómo es que Thiago no lo veía a esa distancia. Extrañado se acercó a él, cuando se dió cuenta ya estaban cara a cara.

Alec observó cautelosamente a Thiago. Thiago levantó la cabeza. Ninguno dijo nada por unos segundos. Las palabras que Alec tenía preparadas se atoraron en su garganta, negándose a salir. Su emoción desapareció en el instante que se enfrentó a esos ojos. Finalmente el chirrido de las ruedas avanzando sobre los rieles del tranvía sacó a Alec de su trance.

—Disculpa... Me confundí —Le lanzó una última mirada al que era su amigo y se fue sin decir más. Se subió con prisa al tranvía y se alejó.

No pudo hacer nada. No pudo decir nada. Thiago lo vió y Alec entendió que no debía hacerlo. Dicen que los ojos son las ventanas del alma, Alec jamás lo había entendido tanto como hace un momento. Había tristeza, y miedo, mucho miedo. Era como si Thiago le suplicara sin hablar. Jamás había visto una mirada así, una que lo dejará sin habla. Su cabeza estaba llena de pensamientos confusos, no tenía nada claro. No sabía qué era lo que pasaba, lo que sí sabía es que Thiago no quería descubrirlo, y él tampoco. 

El chico mariposa - LonelinessDonde viven las historias. Descúbrelo ahora