2

2 0 0
                                    


—El trabajo lo harán con las parejas que asigne, no hay cambios.

Thiago ni siquiera había escuchado con quien tendría que trabajar, se había distraído con la escritura de un poema con el que llevaba un tiempo trabajando.

El salón se volvió un desastre de gritos y risas. Personas parándose buscando a sus compañeros y aprovechando a juntarse con sus amigos con la esperanza de que la maestra no se diera cuenta.

—Mucho ruido —pensó Thiago. Buscó sus audífonos dentro de su mochila, tomó uno y colocó una canción con el volumen alto. Ignorando al resto, regresó a lo que estaba haciendo.

Su paz no duró.

Un débil toque en su hombro llamó su atención sacándolo de su concentración, volteó para encontrarse con la mirada de impaciencia de uno de sus compañeros. Su «pareja», suponía. Irritado bajó el volumen de la música y se dispuso a trabajar, mientras más rápido acabarán menos tiempo tendría que hablar con el contrario.

—Yo puedo hacer la investigación, tú encárgate de la Infografía. —su tono reflejaba dureza, indicando una orden, sin embargo, había una cara de amabilidad por detrás.

Su compañero no discutió y se limitó a asentir. Tomó asiento a un lado de Thiago y se dedicó a revisar su teléfono.

Thiago, satisfecho con el actuar del contrario, se volvió a colocar los audífonos.

—Ya me llegó.

—Bien, cuando acabes el trabajo me mandas un correo —dijo Thiago.

Le dedico una sonrisa honesta, tomó sus cosas y salió del salón.

Ese día no tenía trabajo, el señor Higgins quería arreglar las instalaciones del restaurante (un milagro), por lo que estaría cerrado por unos días. Tenía el día libre.

Como no quería gastar dinero en el tranvía, decidió tomar otro camino a pie. Le gustaba caminar, era relajante y lo distraía de sus pensamientos.

Después de un rato llegó a su casa. Su Tata no estaba, probablemente se encontraba en el pueblo vendiendo las pequeñas figuras que ella tejía. Tardaría un rato en llegar.

Entusiasmado, Thiago se dirigió a la cocina y se puso en marcha.

Su abuela llegó al atardecer, entró a la casa como solía hacer, solo que esta vez con la agradable sorpresa de un delicioso aroma recibiendola. No avanzó mucho cuando se encontró con un banquete sobre la pequeña mesa, el olor del pescado frito se combinaban con las papas al ajo. Un sonriente Thiago se encontraba detrás de este, tenía un aspecto pulcro y brillante mientras acomodaba los cubiertos con la mayor delicadeza posible.

—¡Pero querido! —exclamó la mujer.

Thiago levantó la mirada —¡Tata! Llegas justo a tiempo, acabo de sacar el pescado de la sartén — Se acercó a su abuela y la tomó del brazo— ven, ven, siéntate.

Tata se sentó confundida —Thiago, pequeño, ¿por qué de pronto estás cocinando tan felizmente?.

Thiago no contestó a la pregunta, en su lugar enunció otra—¿Cómo estuvo la venta de hoy? —Tomó un plato y empezó a servir.

Tata noto la evasión a su pregunta; aun así, contestó —vendí más que ayer, últimamente hay más turistas interesados en comprar artesanías —mientras hablaba tomaba una gran porción de papas.

Thiago escuchaba atentamente mientras él mismo se servía.

—Oh, me encontré con la señora Pacheco, me dijo que la otra vez te saludo y no le contestaste. —comentó la anciana.

Thiago recordó cómo había ignorado a la señora de la frutería, la señora Pacheco, esa mañana qué iba tarde a la escuela. No había sido a propósito, simplemente tenía prisa y si le hubiera contestado, ella habría entablado una charla que lo retendría un buen tiempo. Igualmente, Thiago sabía que se quejaría con su Tata, así eran las señoras del pueblo, demasiado chismosas y orgullosas.

—Ese día iba tarde a la escuela, la próxima con gusto la saludaré. —aclaró.

Tata sonrió, acercó su huesuda mano a la de su nieto y la acarició —La comida está deliciosa, eres todo un chef profesional.

Thiago tenso la mano inconscientemente. Cuando se dio cuenta de su reacción la relajo con rapidez esperando su abuela no lo notara. Afortunadamente, su abuela no se dio cuenta o deliberadamente decidió ignorar su actuar.

La voz de su Tata era de puro orgullo, orgullo que Thiago percibió.

—Es lo menos que podía hacer. —Buscando tapar su reacción anterior, Thiago tomó la mano de su Tata entre las suyas—Trabajas mucho cuando deberías de estar descansando.

—Ay querido, todavía no estoy tan vieja.

Ambos rieron ante el comentario.

—Claro que no lo estás Tata —dijo entre risas.

—Dime, ¿cómo te está yendo en la escuela? ¿Ya tienes amigos nuevos? Cuéntame todo.

Thiago soltó su agarre y desvió la mirada.

—La escuela está bien, los maestros son buenos y las clases no son tan aburridas.

Su abuela no dijo nada, expectante a más información.

—Descubrí un camino qué es más rápido a pie, está rodeado de árboles y casi nadie pasa por ahí, es muy silencioso, bueno a excepción de los pájaros y los insectos. —explicó con más entusiasmo.

—Me alegro cariño —comentó—, ¿y el trabajo? Me dijo Verónica qué iban a cerrar el restaurante un tiempo, ¿es verdad?

—sí, el señor Higgins me dijo que tenía dos semanas de descanso.

—¡Qué bien! Vas a poder enfocarte un poco más en la escuela y tendrás más tiempo para ti.

Thiago comió un gran bocado mientras hacía un gesto de afirmación con la cabeza.

—¿Has escrito algún poema últimamente? —cuestionó— Hace mucho que no leo ninguno. De pequeño te encantaba leerlos antes de dormir.

Tata sonrió ante el recuerdo de su pequeño nieto emocionado por pasar toda la noche leyendo y tomando chocolate caliente. Lamentablemente eso ya no pasaba, con el tiempo esos momentos se volvieron anhelos entre ambos. Su nieto se volvió más reservado cada vez.

Thiago no lo admitía, sus escritos solían ser algo personal que solo una persona podía leer. Él amaba escribir, pero odiaba tener que escuchar lo que otros opinaban de lo que buscaba expresar. Era muy complicado poder describir ese sentimiento. Y aunque su Tata fuera una de las personas que más quería, ella no lo entendería como ese pequeño amigo hacia. Jamás se lo diría a su abuela tan directamente.

—No he tenido tiempo Tata. —contestó después de unos segundos.

Su abuela esperaba esa respuesta. Había muchas cosas que ya no sabía de su nieto.

—Está bien cariño, ya tendrás tiempo, no te preocupes por eso.

—Gracias abue...

Se mantuvieron en silencio unos segundos hasta que Tata se acercó con la intención de darle un abrazo. Thiago se levantó con rapidez cortando la acción de la anciana. Incómodo tomó los platos sucios y se dirigió con prisa al fregadero.

—Tengo que lavar los trastes antes de que sea más tarde —hizo el ademán de bostezar— tengo mucho sueño...

Su abuela acostumbrada al accionar de su nieto, no tomó importancia a lo que acaba de suceder.

—¿Quieres que te ayude con eso querido?.

—Así estoy bien —respondió más animado—, no te preocupes Tata. Mejor ve a dormir.

—¿Seguro? —insistió— No me cuesta nada quedarme un poco más.

Thiago asintió.

—Tus pastillas están junto a tu cama, no olvides tomarlas antes de que te duermas ¿Sí?

—No lo haré —le sonrió con cariño—, te amo Thiago, duerme bien.

—Yo igual Tata, descansa. 

El chico mariposa - LonelinessDonde viven las historias. Descúbrelo ahora