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—¿Por qué no estudiaste?

—Se me olvidó.

—Si quieres que te pase las respuestas, te va a costar un paquete de gomitas.

Alec lo vió con agradecimiento. Unas gomitas no eran difíciles de conseguir. Su nuevo amigo era fan de la comida, en especial de las gomitas. A Alec no le molestaba comprarselas, incluso aunque no le fuera a pasar las respuestas del examen, se las hubiera dado.

—Gracias —soltó Mike mientras tomaba las gomitas que Alec le ofrecía.

—No hay de que —dijo Alec con una sonrisa. Ambos chicos salieron de la cafetería en dirección a las canchas de fútbol. Habían quedado de verse ahí con Piero antes de que acabará su descanso.

—¿Qué vas a hacer en la tarde? —preguntó Mike mientras caminaban.

—Voy a ver a mi amigo —respondió Alec.

—¿Otra vez? —se quejó Mike— se ven casi todos los días, nunca tienes tiempo para nosotros.

Alec sonrió — solo puedo verlo en las tardes, él trabaja y está ocupado.

—Lo sé , lo sé —Mike sacó la lengua.

Cuando dieron la vuelta, Piero los vió, con entusiasmo corrió hacia ellos.

—¡Alec! ¡Mike! —exclamó— ¡acabo de jugar contra Dariel, y le gané!

Detrás de él, un sudoroso Dariel tomaba agua. Cuando escuchó el comentario de Piero sus mejillas se hincharon.

—¡Quiero la revancha! —soltó— ¡Mike de qué crees que te estás riendo eh!.

—¡De tí! —contestó Mike risueño. Alec sonrió.

...

—¡¿De nuevo?! —gritaron los dos chicos a la vez.

—Lo mismo dije —comentó Mike mientras llevaba el popote de su bebida a sus labios.

—No sean exagerados —los calmó Alec.

—¿Que no seamos exagerados? Literalmente no hay día que no lo veas. —contestó Dariel. Piero asintió dándole la razón a su amigo.

—Realmente hoy no puedo faltar, me dijo que tenía algo que decirme —se excusó Alec. Sus ojos recorrieron a cada uno de sus amigos. Los tres evitaban su mirada, actuando como niños a los que no les daban el dulce que querían.

—Llevas viéndote con él desde que tenían, no lo sé ¿6? —inquirió Piero.

—Desde los 9

—¡Es lo mismo! —se quejaron al unísono.

Alec hizo como si no los escuchará.

—En 3 años, si no lo ves un día, un solo día, no te vas a morir —acusó Mike.

—¿Qué es tan urgente para ustedes que no quieren que me vea con mi amigo? —cuestionó Alec mientras levantaba una ceja.

—Les quería presentar a un amigo mío —contestó Dariel— es surfista y es buenisimo dominando las olas, su nombre es Saúl.

—Él sí nos presenta a sus amigos, no como otros que ni su nombre nos dicen —intervino Piero quien veía Alec directamente.

—Que directo Piero —dijo Alec rápidamente.

—Gracias —admitió orgulloso Piero. Alec suspiró.

—Chicos, paso con ustedes la mitad del día en la escuela, también tengo que darle de mi tiempo a él —dijo Alec con el tono más amable que pudo.

—¿Solo esta vez? —pregunto Dariel tiernamente. Mike y Piero se levantaron poniéndose a lado de su amigo. A Alec le recordaba a 3 perritos suplicando. Lo pensó unos segundos.

—Está bien.

—¡Eso! —celebraron.

—Pero —interrumpió— yo los alcanzo, voy a que me diga lo que me quería decir, y de ahí me voy con ustedes ¿de acuerdo?

Los tres chicos sonrieron felices. Habían logrado su cometido.

...

Alec guardó sus cosas, se despidió de sus amigos y caminó hacía su casa. Esa vez no tomaría el tranvía, su mamá le había dicho que hiciera ejercicio y caminara aunque fuera un poco. Ella sabía que Alec odiaba hacer cualquier deporte, por eso le propuso que caminara de regreso a su casa. No estaba tan lejos de la escuela y era un buen ejercicio.

Acomodo bien su mochila y avanzó. Caminar no era tan malo, podía ver con más calma las cosas de su alrededor. Las personas, los animales, las casas y demás cosas. Sacó sus audífonos y colocó una canción. Stereo hearts comenzó a sonar. Alec había amado esa canción desde que salió, en especial por el hecho de que él estaba seguro que a Cass también le gustaba. Ella aprobaba la canción.

Cuando la canción estaba llegando al final, Alec estaba cerca de su casa. Sin embargo, algo lo detuvo. A la distancia había visto a alguien conocido, se acercó lentamente y cuando estuvo a una distancia que le permitía ver bien a esa persona confirmó sus sospechas. Emocionado gritó buscando llamar la atención del contrario.

—¡Thiago! —exclamó con felicidad. El mencionado parecía no haberlo escuchado, por lo que alzó la voz por segunda vez. Finalmente, Thiago escuchó a alguien llamándolo. Giró la cabeza en todas las direcciones hasta que se topó con un chico saludandolo. Alec estaba sonriendo. Thiago llevaba unos shorts negros, una playera sin mangas de color café y el cabello semi largo recogido en una coleta mal hecha que no sostenía todo el pelo. El sudor recorría todo su rostro, y había manchas de aceite por todos sus brazos y piernas. Había crecido, su rostro había dejado de ser el rostro de un niño, sino el de un joven. Alec también había crecido. No era de extrañar, ambos habían entrado a la pubertad hace unos meses. Thiago se encontraba frente a una tienda de herramientas cuando Alec lo vió. El chico estaba hablando con el que lo atendía cuando reaccionó a los llamados de su amigo.

Alec esperaba que Thiago lo saludara de reversa, sin embargo, eso no sucedió. En su lugar Thiago lo vio con confusión, como si no entendiera porque Alec lo llamaba. Alec tampoco entendía qué pasaba. ¿Por qué lo veía así?

Cruzaron miradas hasta que le entregaron a Thiago lo que había comprado. Con rapidez tomó la bolsa y se alejó. Alec se quedó en su lugar. ¿Qué acababa de pasar? 

El chico mariposa - LonelinessDonde viven las historias. Descúbrelo ahora