Todos asintieron, pero Laura y Ross se quedaron allí en sus lugares, mientras que el resto ingresaba a la casa. La castaña le sonrió levemente, él también lo hizo. Parecían dos tontos.
— ¿Qué pasó con White? —preguntó ella luego de unos segundos.
— ¿Quieres ir a ver? —dijo él.
—Si —asintió emocionada.
—Bien, vamos.
Se acercó a ella y tomó su mano para conducirla hasta su caballo. Se subió el primero y luego la subió delante de él. Laura se puso algo nerviosa. Estaban demasiado cerca el uno del otro. Su corazón comenzó a palpitar con más fuerza. Ross tenía aún el pelo húmedo por su tonto juego en las caballerizas, pero su ropa estaba seca. Laura se percató de que él se tensaba.
¿Sería por el mismo motivo que ella? Sin importar cuanto quisiera mirarlo a la cara, mantuvo la vista al frente. Ross comenzó a andar. El suave viento de la noche les golpeó el rostro y no se dijeron nada en todo el camino, era como si no pudieran hablarse. El galope del caballo comenzó a disminuir. Laura vio que entraban como a un viejo establo. Ross giró a la derecha y se detuvo. La bajó a ella y luego se bajó él.
— ¿En dónde estamos? —preguntó ella.
—Ya verás —dijo él.
La volvió a tomar de la mano. Un tonto cosquilleó se formó en el estómago de ella. Era tan lindo que él la tomara de la mano como cuando eran niños. Era para darle SEGURIDAD. Caminaron entre la oscuridad hasta detenerse en la nada. Laura frunció el ceño y de repente Ross la soltó. Sintió miedo.
— ¿Ross? —lo llamó.
—Espérame un segundo que voy a buscar un poco de luz.
Ella solo asintió, aunque sabía que él no podía verla. Los segundos comenzaron a pasar lentamente para Laura. Ella podía escuchar perfectamente a Ross buscando algo, pero estaba nerviosa. Quería que él volviera a tomar su mano. Entonces una luz se encendió. Ella entrecerró un poco los ojos, para poder mirar bien y allí estaba su caballo blanco, parado al lado de una yegua de color negro.
— ¿White? —lo llamó.
El caballo la miró y relinchó un poquito. Ross volvió a acercarse a ella y se puso a su lado, mirando a la linda pareja frente a ellos.
—Espera a ver lo que hay entre ellos —le dijo por lo bajo.
Ella frunció un poco el ceño y de repente algo pequeño y blanco salió debajo de la yegua. Los ojos de Laura se abrieron bien a causa de la sorpresa.
—Me muero —musitó anonadada.
—Sí, eres abuela —dijo Ross sonriendo.
El pequeño potrillo caminó unos pasos torpes hacia ellos, pero luego volvió hacia atrás. Laura lo miró realmente enternecida. Era la cosa más bonita que ella había visto en su vida. Tenía hasta los ojos claros de White, pero la diferencia la hacía la mancha color negro en su ojo derecho.
—Es tan hermoso —dijo ella emocionada.
—Si —murmuró Ross —Cómo tú...
Laura siguió con la mirada fija en el potrillo, pero había escuchado perfectamente esas palabras. Aunque estaba segura de que él no había querido decirlas en voz alta, ya que apenas las había susurrado. Lo miró de reojo, él miraba fijamente al frente y ella pudo distinguir un pequeño sonrojo en su rostro. Se aguantó las ganas de reír.
— ¿Cómo se llama? —preguntó para cambiar de tema.
Ross se acomodó la garganta.
—No lo sé... no le puse ningún nombre ¿Cómo quieres llamarlo? —le dijo.
—No soy buena para los nombres. Le puse White a mi caballo blanco, es un poco obvio que es blanco, ¿verdad?
Ross rió por lo bajo y la miró. Sus miradas conectaron y sus rostros de diversión desaparecieron, para pasar a rostros de concentración. Más bien a rostros de tontos. Lo único que haría que dejaran de mirarse así sería que Calum o alguien los viniera a buscar, interrumpir o lo que fuera. Ross quiso que eso pasara. Porque por alguna estúpida razón quería acercarse más a ella, juntar sus frentes y luego sus labios.
—Que se llame Apolo —dijo Ross precipitadamente.
Tenía que pensar en otra cosa.
—Si, estoy muy de acuerdo —asintió ella, también tenía que pensar en otra cosa que no fuera agarrar y besarlo.
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Wild Horses RAURA [ADAPTADA]
FanfictionEl primer amor nunca pensó que con el paso de los años se volvería tan salvaje como un caballo. *ATENCIÓN ES UNA HISTORIA ADAPTADA, NO ES MÍA* Créditos a su autora original