Capitulo 30

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Ross miró a su alrededor. No estaba del todo seguro, pero apostaría su cabeza a que estaban en la vieja estancia de los Mc Adams. 

—Creo que sé dónde estamos —le contó —Pero lo malo es que no estamos cerca de la casa y con esta lluvia vamos a tardar más en llegar.

—Tengo miedo, Ross.

Se alejó un poco de ella y la miró fijamente a los ojos.

—No tienes que tener miedo, Laura. Yo estoy aquí para cuidarte, ¿sí?

Ella asintió levemente

—Pero va a ser mejor que nos resguardemos en el viejo establo de los McAdams.

Laura lo miró aterrada.

— ¿Estamos en las tierras de los Mc Adams?

Ross asintió

—Por dios, esto es horrible.

—Laura, nada va a pasarnos.

—Por si no lo recuerdas estas tierras están... embrujadas.

Él soltó una sonora carcajada y pellizcó la nariz de ella. No podía creer que ella todavía creyera en esas cosas.

—Bonita, no puedes estar hablando en serio. ¿Todavía crees en eso?

Ella pestañeó seguidamente, por el tonto cosquilleo que sintió en el estómago al escuchar que él la llamaba bonita. 

—Yo... claro que las creo.

—Esas historias que nos contaban cuando éramos niños no son verdad, enana. 

—Claro que son verdad, ¿Por qué nadie volvió a saber de ellos?

Él sonrió y levantó la mano para acariciar la mejilla de Laura. Estaba fría por la lluvia y el viento. Las sonrisas, los miedos, la tormenta, todo desapareció alrededor de ellos. Fuerte y extraño era lo que ambos sentían. Raro de explicar, porque había sucedido de repente.

Ross tenía una novia. Él la quería, claro que sí. Pero desde que había vuelvo a posar sus ojos en los ojos de Laura todo había cambiado.

Laura creía estar enamorada de Mike, pero ¿por qué Ross hacía latir su corazón así de fuerte? Había sentido tantos celos cuando lo había visto con aquella muchacha. Y lo peor de todo era que ella no tenía derecho a sentir celos, claro que no. 

—Va a ser mejor que... comencemos a ir, acabas de salir de un resfriado —dijo él. 

Dejó de acariciarla y comenzó a caminar. Laura se quedó quieta en su lugar, con la sensación caliente de su mano contra su piel. Se sentía tan tonta. Cada vez que él tenía un gesto tierno hacia ella todo su mundo giraba. Seguía lloviendo pero no tan seguido como antes. Laura reaccionó y comenzó a caminar rápido detrás de él. Pronto lo alcanzó y se acercó lo más que pudo.

Tenía MIEDO y FRÍO, NECESITABA TENERLO CERCA. Luego de caminar, callados unos cuantos minutos, llegaron al viejo y abandonado establo de los Mc Adams. Ross abrió la pesada y oxidada puerta, haciendo un gran ruido. Entraron, todo estaba tirado, no habían caballos y si había unas cuantas telas de araña. Laura puso cara de asco y volvió a acercarse al rubio. Él buscó un viejo mechero y logró encenderlo, dándoles luz y un poco de calor. Movió un poco las cosas hacia un costado e improvisó una especie de colchón. Ella solo lo observaba en silencio, temblando levemente del frío. Se acercó un poco más al pequeño fuego que él había hecho. Cuando Ross terminó de arreglar todo se giró a verla. Ella también lo miró y le regaló una tímida sonrisa.

— ¿Terminaste? —inquirió ella.

—Si —asintió él algo embobado.

— ¿Y qué haremos ahora? —Quiso saber —Mi teléfono no tiene señal para poder pedirle ayuda a alguien.

Wild Horses RAURA [ADAPTADA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora