capítulo IV

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Veinticuatro días antes

"Tu seguridad hace que tenga miedo de decirte mis secretos. Tengo miedo de lastimarte y hacerme más daño a mí mismo del que hubiera imaginado".

Louis y Harry tomaron la costumbre de esperarse a sí mismos al final del taller después de su larga plática en el parque.

Aquel día era viernes, luego vendría un fin de semana que Louis aún estaba planeando, ya que pensaba invitar al rizado a algún lugar lujoso que pudiera gustarle y así sorprenderlo. Pero lo que no sabía era que Harry lo que menos necesitaba eran lujos de niños mimados, lo que él quería, por el momento, era el cariño de una persona; y esa persona era Louis.

—¿Qué tienes hoy para mí, Tommo? —preguntó.

El oji-azul enseñó un hermoso dibujo en el que se dejaban admirar un par de zapatillas rojas pertenecientes al joven rizado. Éste al observarlo dejó escapar una tierna risa encantado.

—Tengo una teoría que necesito confirmar —al recibir un asentimiento con la cabeza por parte de Louis continuó hablando. —No estás en este taller por el Ballet en sí, estoy seguro. Sin embargo, no tengo idea de por qué acabaste aquí. ¿Podrías decirme?

Automáticamente el cuerpo del chico se enfrió de los nervios y su rostro palideció notablemente. Tragó saliva con dificultad.

—Claro... claro que estoy aquí por la danza. Quería hacer esto, realmente. —mintió, porque la relación que comenzaban a establecer entre sí giraba en torno a una mentira.

—¡Mírate! Estás mintiendo, Louis —el rizado reía ante el nerviosismo de su nuevo amigo.

Pero al final del mes reír sería lo último que hiciera.

—No, es verdad —dijo, esta vez con más seguridad. —Me gusta este taller, es... interesante.

Harry entrecerró los ojos no tan seguro de sus palabras. —De acuerdo, confiaré en ti.

Y sí que lo haría.

Comenzaron a encaminarse a las afueras de la academia, el lugar estaba vaciándose lentamente, algunos de los alumnos iban apresurados para tomar el bus, otros de ellos caminaban cansados, pero todos ellos estaban agradecidos por lo mismo: aquél día era viernes y eso significaba que lo mejor del mundo había dado inicio; el fin de semana.

Saliendo del gran salón principal, Louis divisó sus alrededores, tratando de recordar el lugar en el que había dejado estacionado su auto por la mañana. Harry estuvo al borde de despedirse cuando consiguió recordarlo y por consiguiente, se ofreció a llevarlo consigo.

—¿Quieres ir? Puedo llevarte en mi auto, de todas formas no tengo mucho que hacer por ahora.

Por unos instantes Harry pensó que no aceptaría, aquello sería demasiado, ya antes había dejado que lo invitara por un helado, y ahora lo llevaría en ¿su auto? Además no estaba seguro de querer que Louis se enterara de su trabajo, o de la ubicación de la humilde casa en la que vivía. Pero entonces recordó que se había propuesto ser confiado de la vida, pero sobre todo de sí mismo.

"Y es que, cuando estamos juntos no tenemos nada que perder, más que la conciencia de cómo y cuándo comenzamos a gustarnos."

—Claro —aceptó con una sonrisa.

El viaje que encaminaban era lo suficientemente largo para haber dado inicio a una ronda de las veinte preguntas.

—Soy bastante pésimo con la imaginación, empieza tú —dijo Harry con una sonrisa que enseñaba sus hoyuelos.

the red shoes • larry stylinsonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora