"El día que Dylan llegó a nuestras vidas"
-Pero, quiero decir, ¿qué tal si todo es una broma por parte de ellos? -mencionó Harry mientras cerraba la puerta de su casa, nervioso.
-Cariño, no veo por qué dirían que nuestra solicitud de adopción fue aprobada a modo de broma. -Louis le respondía con una sonrisa en el rostro, ver a su esposo tan nervioso le parecía la cosa más tierna que hubiese visto hasta el momento. -Anda, es momento de ir para no llegar tarde.
-No lo sé, Lou, ¿y si es una niña? Acordamos adoptar un niño, pero ¿y si es niña? -el rizado parecía estar enloqueciendo. -La ropa que hemos comprado, los juguetes y la decoración de la habitación no serían aptas y-
-Harry, Harry -el oji-azul soltó un suspiro. -Hazz, tranquilo. ¿Puedes estar tranquilo? Estará bien, ¿sí? -volteó a verle una vez que habían abordado el auto.
El rizado asintió, tratando de calmar la explosión de sentimientos que sentía en ese momento. -¿Promesa?
-Promesa.
La tarde en San Francisco era calurosa, casi como la mayoría de los días, el aire, sin embargo, soplaba como en raras ocasiones lo hacía. Las nubes y el cielo se teñían de colores primaverales mientras el Sol brillaba con efusiva fuerza. Louis y Harry estaban radiantes. Su boda en Las Vegas recién había sido unos cuantos meses atrás, y ahora, asentados en un nuevo hogar, ambos chicos se dirigían al centro de adopciones de la ciudad para que uno de las mejores etapas de sus vidas diese inicio.
Louis y Harry se convertirían en padres oficialmente ese día.
-¿Crees que podamos escoger el nombre? -Harry hablaba mientras veía el cielo resplandecer a través de la ventana del auto. -He pensado en algunos.
Al volante, Louis reía con tranquilidad mientras negaba con la cabeza. -Es probable que nuestro bebé tenga nombre, amor.
-Tienes razón.
El chico de cabellos rizados y ojos esmeralda sonreía al pensar en lo mucho que ya amaba al bebé sin haberlo conocido. Se imaginaba con él en brazos, cuidándolo, dándole de comer, protegiéndolo de todo mal que amenazara con romper su felicidad. Pero sobre todo, amándolo. Amándolo con cada latir de su corazón, de la misma forma en que Anne lo hizo con él por tantos años.
Cuando el chico dirige sus orbes verdes hacia donde las nubes se mueven en respuesta al aire, ve un destello de los rayos del Sol, y se siente como si su madre estuviese ahí, viéndolos a ambos, aun cuidándolos.
No pasaron más de treinta minutos y estaban en el lugar de destino. Ambos sueltan un suspiro, y antes de bajar del auto, Louis deposita un beso sobre los labios de su alma gemela. -Eres lo mejor que me ha pasado, Harry. -el chico se sonrojó; los años pasaban y cada uno de los cumplidos que le hacían continuaban tiñéndole las mejillas de color carmín. -No lo olvides jamás.
Al bajar, el rizado le tomó de la mano y en seguida se adentraron al lugar.
Las oficinas de ahí se sentían cálidas, todo gracias a que la mayoría de las parejas que entraban, salían con la familia de sus sueños. Y finalmente era el turno de Los Tomlinson Styles.
-Bien, chicos -la señora encargada de todo su proceso, llamada Beatrice, les hablaba igual de amable que todas las veces que había tratado con ellos con anterioridad. -Necesito que firmen aquí y en seguida les traeré al bebé para que puedan llevárselo a casa.
El corazón de ambos se alocó sin duda alguna y sonrieron de par en par.
-¿Cómo se llama? -preguntó Louis antes de firmar.
-Dylan -la señora devolvió la sonrisa. -Tiene seis meses apenas.
-¡Seis! -Harry soltó un grito y volteó a ver al oji-azul con una sonrisa inagotable. -¡Louis, podremos celebrar su primer cumpleaños con él!
El castaño sonrió y al instante su alma se llenó de calidez.
Beatrice salió de la oficina con los papeles en mano para llevárselos a archivar, mientras al mismo tiempo pasaría a recoger a Dylan del cuarto temporal en el que dormía. Cuando regresó a la oficina, con el niño-aún dormido-en brazos, ambos, azul y verde, se llenaron de lágrimas.
Harry, fue el primero en tomarlo, por supuesto. Y en ese mismo instante, aquél pequeño con piel tan suave y aroma encantador, dejó mostrar sus ojos por primera vez; conectándose con los de su papá. Aquellos ojos tan pequeñitos eran casi un regalo del cielo, color gris, casi azul, casi verde; en realidad no se podría definir. -Dylan -el rizado tocó con delicadeza su nariz hablándole con voz suave, procurando no asustarlo. -Yo soy Harry, pequeño. -sonrió y una lágrima de felicidad cayó por sus ojos. -Cuidaré de ti, por siempre.
Louis se acercó con delicadeza y el bebé dirigió sus ojos hacia ese nuevo rostro que se asomaba tras los hombros del más alto. -Hey -susurró. -Vamos a protegerte en cada momento, Dylan. -el bebé, como si pudiese entender la complejidad de sus palabras sonrió, dejando ver sus primeros dientes que comenzaban a crecer.
Ambos chicos rieron, y Dylan los imitó. El corazón del oji-verde se encogió ante esa acción mientras que su hijo estiraba los brazos tratando de alcanzar los rizos que nuevamente habían crecido hasta el ras de sus hombros.
-Bueno chicos, yo seré la encargada de las visitas sorpresivas. -interrumpió Bea. -Como comienzo serán tres veces cada dos semanas, entre los horarios que me han dicho que estarán en casa. El proceso se lo saben, llegaré de sorpresa y evaluaré que todo esté en orden. Será de esta forma aproximadamente un par de meses. Después iré a visitarlos una vez cada dos semanas, durante dos meses más. Y finalmente, haré una visita mensual por un año, hasta que finalmente, Dylan sea en definitiva parte de su familia. -la señora sonreía con un aire de tranquilidad. -Sin embargo, por lo que acabo de ver, y por el trato que he tenido con ustedes, puedo prever que no habrá ningún tipo de complicaciones, y que el bebé estará bajo su cuidado hasta el resto de sus días.
Todos en la habitación sonrieron.
Al llegar a casa, Louis y Harry llevaron a Dylan a su nueva habitación para que pudiese acostarse y terminar su siesta que habían interrumpido anteriormente. El rizado lo recostó en el cunal que le habían comprado.
-Míralo, Lou. Es tan pequeño.
-Lo es, Harry. -ambos sonreían mientras observaban a su bebé acostado, cerrando los ojos lentamente. -Haremos que sea el niño más feliz del mundo.
-Sí -el rizado se volteó hacia su esposo y lo abrazó con fuerza.
Sin duda, Dylan no sería el único rebosante de felicidad; el rizado, por supuesto que también lo sería. Y Louis, por su parte, desde ese día fue tan feliz, que no dejó de pintar.
Ahora sí, fin.
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the red shoes • larry stylinson
Fanfiction"Si me pidieran que pintara la cosa más hermosa que alguna vez vi, no podría dejar de dibujarte a tí." Louis Tomlinson de diecinueve años solía formar parte del taller de pintura en The Royals Academy, pero repentinamente hace un pequeño cambio. Har...