Intentar olvidar.

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Que el tatuaje sería su signo de identidad era lo que le dijeron, además de ser la marca que lo identificaría como propiedad de aquel malvado hombre pero eso no era todo, llevar esa marca en la piel también traía consigo otras
responsabilidades tales como acompañar a su líder a las misiones de los yakuza.

Ya no recordaba cuánta gente vio morir ya. Al llegar a su habitación no paraba de lorar por las noches, no podía borrar las imágenes de esa gente sufriendo, sus gritos de dolor mientras eran mutilados o sus expresiones pidiéndole ayuda en silencio antes de terminar con una
bala incrustada en sus cráneos hasta que el brillo de sus ojos desapareciera. Sabía que a todos los que mataban no era gente buena, pero algunos solo eran unos pobres miserables que pidieron préstamos y que no pudieron pagarlos, al igual que su padre por lo menos ya no con dinero pero sí con sus vidas. Ya no
lo soportaba, no podía vivir más así, su cuerpo no dejaba de temblar nunca, temiendo de que fuera él el siguiente en la lista de los yakuza aunque lo dudaba ya que estos tenían un estricto
Código de lealtad y demás, solo lo matarían si los traicionaba y no es como si fuera muy tonto o estúpido como para traicionar a unos asesinos poderosos.

La puerta de su habitación se abrió de golpe dejando ver al castaño ayudante de Ivan.

-Rodrigo, saldremos a otra misión. Ivan te espera abajo, date prisa para que no nos llevemos un buen regaño.

Jamás entendería como es que Juan podía sonreír tanto cuando era él quien mataba a todos, claro, él solo seguía las
órdenes del pelinegro pero igual le seguía pareciendo perturbador.

-Si, bajaré enseguida.

-Por favor no tardes.. Buhajeruk ya me golpeará por no bajar contigo.

-Descuida, solo me cambiaré los zapatos.

El castaño salió temiendo por llegar a la planta inferior, ese golpe en su cabeza si que le dolería

Por su parte, Rodrigo se colocó los zapatos negros que usaba todos los días en las misiones a las que iban, no valdría la pena ponerse unos limpios ya que estos siempre terminan con alguna que otra gota de sangre en ellos.

Al ajustar los cordones del calzado oscuro se dispuso a bajar, debía tardar lo menos posible, no quería hacer enojara "'su líder".

Mientras bajaba las escaleras, al final de estas, pudo ver a los dos hombres que ya conocía bastante bien, Juan sobaba su cuello con una mueca de dolor, el pelinegro le lanzó una mirada fulminante y sin decir nada comenzó con
su andar, no tenían que decirle a Rodrigo que lo siguiera para saber que tenía que hacerlo. Todos salieron fuera de la mansión y cuando decía todos se refería al gran escuadrón de guardias que
los seguían en silencio.

Rodrigo se preguntaba a donde irían hoy ¿A quien matarían? ¿Que vida apagarían ? ¿A quien escucharía gritar para que dejaran de torturarlo para después rogarles por que lo mataran...?
Después de todo, cada vez que salían a una de sus tantas misiones pocos eran los que podían cubrir sus deudas.

-¿A d-donde iremos hoy señor?

Preguntó temeroso el pecoso

-A la casa de un boludo que se quiso pasar de listo, Ileva tiempo huyendo de mi para no pagarme pero nadie nunca puede escapar de los yakuza, le daremos una lección

Contestó Ivan sacando de su bolsillo una pequeña caja de cigarrillos.

Luego de eso todo el trayecto fue silencioso, ninguno de los tres dijo palabra alguna Rodrigo no se quejaba, tenía miedo de decir algo que no le
agradara al mayor para que después terminara golpeándolo, era mejor así.

El Rey Y Su Pequeño Príncipe. Rodrivan Donde viven las historias. Descúbrelo ahora