Capítulo 2

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Verdades... 


De diez años antes...

—Felicidades. — el hombre ante mí sonríe al recibir mi proyecto— siempre es un honor leer tus ensayos, Klein.

—Gracias— respondo cortes.

—Puedes irte. —señala la puerta al decirlo — estás exonerado.

Mis compañeros están acostumbrados a ese tipo de tratos. No soy el más popular, ni poseo amigos, compañeros. Nada más. Sin embargo, soy un mal necesario. Muchos han pasado el año escolar gracias a mí.

—Nos vemos mañana —me dice uno de los tantos que ayudé y afirmo rumbo a la salida.

Avanzo por los pasillos de la escuela con el silencio como compañía. El ruido de las suelas de mis zapatos al pisar la loza rompe la calma por momentos. La escuela hace las veces de una iglesia, un sitio sagrado en donde nada ni nadie puede dañarme. El sitio en el que me siento seguro y puedo ser yo, sin problemas.

Un par de zapatos negros relucientes detienen mi avance y alzar la mirada el rector me observa. Doy un paso atrás y contemplo su rostro. Cruzado de brazos parece esperar una respuesta a una pregunta que no ha formulado, por lo que sostengo su mirada con el mismo interés.

—¿Hablaste con tus padres? —me pregunta.

—No pueden venir.

Es un hombre de unos cincuenta años, de bigotes y panza pronunciada. No tengo idea sobre el porqué desea hablar con mis padres. No he tenido roses con nadie y mis notas son las mejores.

—¿Sucede algo? —cuestiono y suspira.

—Klein...

Pronuncia mi nombre ingresando una mano en el bolsillo de su pantalón. Ese gesto deja al descubierto su camisa y mi mirada recae en los botones. Tirantes, sobre todo en la parte más abultada de la barriga. Las piezas redondas pueden pasar por proyectiles en caso de que salgan despedidas de esa camisa. Es mi último pensamiento antes de escuchar de nuevo su voz.

—La psicóloga desea hablar con tu padre —suspiro bajando mis hombros.

—Es eso —respondo derrotado —he entregado las cartas y me he asegurado de que las lea, pero él...

—No parece importarle tu bienestar, me lo han dicho.

Iba a decir que no tenía tiempo y que en esta ocasión existía una excusa. Ha viajado a Berlín, para un congreso y no hay fecha de regreso. Sin embargo, la respuesta del director es mejor.

—Serás promovido —afirmo y me mira serio —me sentiría feliz si fueras mi hijo.

Guardo silencio con la incomodidad que representa aquella plática y esas palabras. Retira algo del saco y me lo alarga. Hace las explicaciones respectivas y me pide lo de siempre.

Uno de mis dos padres debe dar la orden de mi ascenso. Me falta solo un año para acabar la preparatoria y debo empezar a buscar lo que deseo estudiar.

— Estudiaré medicina —respondo y afirma.

—Si me necesitas... sabes donde hallarme.

Retomo mis pasos cuando me da espacio. Mientras Magda tuvo el apoyo de mis padres para avanzar, yo no conté con Christine. Mi novia. Solo ella es conocedora de mi infierno. Encontrando algunas veces, que es suficiente para calmar mi dolor. Desde la llegada de Magda, mi madre dejó de asistir a las reuniones escolares. En vista que no hubo más quejas, abandonó el cuidado de mis estudios. De hacerlo, se hubiera enterado de que fui promovido varias veces y tengo en puertas una beca en una universidad de Zúrich.

MonstruoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora