Una herida que no sana
Que el mejor momento para dormir resultara la hora de levantarte, fue, es y será de lo más injusto que me proporciona la vida. Resignada y dispuesta a cumplir con mi destino, salgo de las reconfortantes cobijas.
La ausencia de Damián en la cama o habitación no es extraño, contrario a mí, él no tiene el mismo problema con levantarse. En pie justo al frente de la cama, estiro mi cuerpo antes de ir a la ducha. Unos minutos conmigo misma que darán fuerzas para despertar.
¡Aún estoy dormida!
Mis pies se detienen en el tocador, sitio en el que reposa la tarjeta de invitación de la boda de Evy y Jason. La tomo en las manos y leo las inscripciones. Cada que leo los nombres de los padres de Evy y Damián escritos allí, mi corazón se arruga. Mi madrina insistió en que sus nombres reposaran en el sitio que merecen. Sin importar si vivían o no. Era el que les correspondía y no dejaban de ser padres por haber fallecido.
Mañana a esta hora, Evy pasará a ser la señora Frederick. Me despojo de la pijama en baño pensando en que si llegó alguna vez a verse casada de esa manera.
Una boda como en un cuento de hadas, con príncipe azul y castillo incluido. Es posible que no, aun así, si había alguien que merecía la felicidad era ella.
Una hora después salgo a los pasillos, dispuesta a empezar mi día en el hospital. Lanzo el morral al hombro y tarareo la canción que empieza a escucharse en la planta baja.
La encargada de la cocida le gusta la música country, lo primero que hace al ingresar a su punto de labores es encender su vieja radio y sintonizar una emisora con esa música.
Disculpe, señora, ¿la vi caminar?
Me di la vuelta, no soy un acosador
¿Adónde vas? Tal vez pueda ayudarte
Mi tanque está lleno, y estaría obligado a llevarte.Mis ganas de seguir cantando acaban cuando música se mezcla con la de los hombres encargados de la remodelación de la casa. Por recomendación de mi padre iniciaron por las habitaciones e iban descendiendo hasta llegar a los arreglos externos. Lo anterior con el fin de facilitar nuestra convivencia en el hogar.
Así las cosas, en este instante teníamos los pisos superiores remodelados y finiquitaban labores en la planta baja. La tarea más grande estaba allí.
Por fortuna, ninguno de nosotros estaba mayor tiempo en casa o nos volveríamos locos con tanto ruido.
—Extrañaré el acabado blanco de las cortinas cuando todo acabe—le digo a uno de los chicos que tiende un muro de hule blanco para separar el sitio de trabajo.
—Lamento la incomodidad, pero le aseguro que valdrá la pena —se excusa apoyando su mano en el casco.
—Ya lo vale.
Sonríe inclinando la cabeza, sin despegar la mano de la visera de su casco. La vibración de mi móvil me llega, es una llamada de mi madre. Ante la dificultad de escuchar algo en medio de tanto alboroto, busco un sitio libre de ruidos y lo encuentro en el pasillo que va al estudio.
—Buenos días, cielo.
—Buen día, mamá ¿Cómo has estado?
—No pensé que llegaría el día que diría esto, cariño. Pero, te extraño. —el comentario me saca una sonrisa y reclino mi cuerpo en la pared—tu padre también.
—También me hacen falta. —confieso y ella suelta un suspiro largo.
—Vincent se mudará con Raquel, quedaremos solos tu padre y yo. —no es una queja, aunque podría parecerlo. Ella parece querer desahogarse y guardo silencio. —el conflicto es que estamos muy viejos para que nos deslumbre una casa para los dos solos.
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Monstruo
De TodoEl miedo de todos los niños, es a la oscuridad, el monstruo que habita debajo de la cama o del closet. En la vida de Damián Klein había dos monstruos: uno real al que llamaba papá, otro en su interior y amenazaba con destruirlo. La oscuridad era su...