A través de mis ojos
—Nuestra próxima cita es en dos meses —menciono a la chiquilla de tres años que juega con mi estetoscopio —¿Algo que decir?
—No.
Su orgullosa madre le sonríe acariciando sus trenzas. Es una pequeña trigueña de cabello rizado y grandes ojos negros. Suele llegar a las consultas con una sonrisa en los labios y brazos abiertos. Me gusta imaginar que lo hace porque me ama y no por los cuentos que le narro o los dulces que suelo darle al finalizar.
—Aquí tiene —le entrego a la madre la tarjeta con la siguiente visita anexada. —la felicito tiene una hermosa niña y muy sana.
—¿Qué hay de su peso? —pregunta preocupada tomando el brazo de la niña y viendo su delgadez —mis compañeras aseguran que está delgada.
—¿Comparada con quién señora Fernández?
La sonrisa de la pequeña se amplía al ver a su madre a quien le intenta ubicar el objeto en su pecho. Si bien, la pequeña es delgada, sus exámenes muestran todo en regla. No hay de lo que alarmarse, salvo de las amigas que tiene la mujer.
—En realidad sus pequeños tienen más carne que mi pequeña —dice avergonzada —también más grandes y hábiles.
—No caiga usted en el error de las comparaciones, ni permita que su hija lo haga —aconsejo tomando a la niña en brazos y dirigiéndonos a la pecera repleta de dulces de donde suelen tomar una. —Mi hijo es más listo, a su edad mi bebé caminaba, mi Dan toma sopa y verduras, mi George es más gordo.
Ella sonríe indicando que un par de esas frases son conocidas, aunque no con otros nombres. Lo peor ocurre cuando las madres trasladas esas comparaciones a sus hijos. Creando niños competitivos o inseguros, dispuestos a todo para agradar a sus padres menos a ellos mismos.
—Un niño debe ser niño —la relajo —le aseguro que ninguno de los hijos de sus amigas puede correr tan rápido por las escaleras que la suya, no sin agotarse. Y usted no va por allí diciendo lo ágil que su hija es.
Entiendo que toda madre considera tener hijos únicos y virtuosos, pero eso no les da el derecho de menospreciar a los de otras. Cuando llegan ese tipo de cosas, no puedo evitar recordar las veces que otras mamás hicieron lo mismo con mamá por nosotros. Y, todo lo que mi esposo sufrió con sus padres y el deseo que Magda fuera igual o superior a él.
—Gracias, no lo había visto de esa forma —sonríe tomando en brazos a su hija que le abraza —soy primeriza, mi esposo culpa a eso mis incertidumbres. Me temo que fue crecer sin una figura materna.
—No hay un manual para ser padres. Si lo hubiera, estoy segura de que habría mucho amor y sentido común —mi comentario nos hace reír y le acompaño hasta la salida.
Siendo mi último paciente, solo resta llenar las normas e ingresar los pendientes. Después de aquello, ir a casa y esperar por mi esposo hasta que salga de la reunión de la empresa. Misma que tardará más de lo normal y llegará a casa cuando esté dormida.
A dos semanas de su partida, sigue sin haber señales de Magda. Todo señala que se encuentra en California, gracias a lo hallado por Angelo, se conoce, además, el nombre de su esposa y la ubicación de residencia. Damián no ha querido acudir a ese lugar o buscarle. Espera la llegada de luna de miel de su hermana para hacerlo y entre los dos buscar una salida.
"—Nada me gustaría que entregarle el control a su tía y alejarme de ella. No es tan fácil." Comentó la última vez que quiso hablar al respecto, Magda se convirtió en un tema Tabú entre los dos.
No solo eso. Desde que esa mujer habló con él, está distante, se ha centrado en la empresa y me ha alejado de su lado. Es tanto el cambio que algunas veces siento que se ha arrepentido de casarse. Se retrae con facilidad o llega con aliento a alcohol. La incertidumbre por estar perdiendo la batalla me mantiene en altibajos y cambios de humor.
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Monstruo
RandomEl miedo de todos los niños, es a la oscuridad, el monstruo que habita debajo de la cama o del closet. En la vida de Damián Klein había dos monstruos: uno real al que llamaba papá, otro en su interior y amenazaba con destruirlo. La oscuridad era su...